domingo, 30 de noviembre de 2008

Pacto II

Juro por la Santa Estampita del Dedo Levantado, que cumpliré mi promesa o mil agujas se me clavarán en el cuerpo hasta morir.


Todos los domingos un monólogo patrocinado por... YOUTUBE!!... digo... FOX!!

Pacto I

30/11/2008

Elías S. C. se vende a Sara S. A. por una birra.

Este escrito ha sido aceptado y revisado por el comprador y la venta =P.

Fdo: Sara Sánchez
Fdo: Elías Sánchez

jueves, 27 de noviembre de 2008

07. Aúnnotengoniideadeltítulo

Hoy tenía prisa, y hoy tenía que ocurrir. Los coches estaban parados en medio de la calzada, uno detrás de otro. No había escapatoria. El único ruido eléctrico era la música, que sonaba con toda su dureza. Cuando iba en coche y pasaban cosas así olvidaba todo el estrés que pudiera llevar encima, sintonizaba con alguna emisora donde pusieran con regularidad clásicos como Limp Bizkit o Sistem of a Down y me introducía de lleno en la música. Dudo mucho que alguien que no me viera en esa situación creyera que una mujer tan profesional y sobria llegara a desmelenarse de esa manera, cantando a todo pulmón.
Pero entonces ocurrió. La música dejó de sonar y como respuesta a esto un humillo negro empezó a emanar del capó. What the fuck!? De forma misteriosa todo acabó. Fue como un ataque al corazón, rápido y certero. Y yo en medio de la ciudad, con las llaves de un trasto inservibles y preguntándome si alguien me daría algo por ellas. Aunque fuera una chapita de la suerte, no sé.
Ante la perspectiva de quedarme atascada y dentro de las tripas de un ente muerto, decidí idear el plan B que nunca se me pasó por la cabeza preparar. ¿A quién se le ocurriría que la máquina fiel se fuera al carajo? Escarbé en el bolso a ver si encontraba una alfombra voladora, pero en contra de lo que dicen las leyendas urbanas, los bolsos de las mujeres no tienen un espacio infinito dentro. En el mío sólo había una cartera negra, de piel, que me regalara Allen por mi cumpleaños, y una minúscula agenda. Esta última la descarté como artefacto para la elaboración del nuevo plan, y me centré en la cartera. Llevaba dinero… ¿se podría hacer algo con ello? A lo mejor si frotaba un billete de diez euros salía un genio y me concedía tres deseos. ¡Deseos! Al final lo único que me vino fue otra idea: ¿y si con el dinero compro un billete de autobús? Resultará que soy inteligente y todo…
Salí con el dinero en el bolsillo de la chaqueta, cerré con llave y me acerqué a pie a la parada de bus más cercana, a un par de manzanas preguntando. En realidad habría llegado antes, porque la tenía en frente de mis narices, pero no estoy acostumbrada a la fauna de las calles y al principio fue difícil hacerse entender con ellos. Sólo era cuestión de hablarles en el mismo idioma, despacito, nada de gruñidos y golpes en el pecho como intenté. Eso me pasa por dejar que los prejuicios guíen mis pasos.
- Oiga, perdone, ¿sabe cuánto tardan los buses en llegar al centro?
- Un cuarto de hora más o menos, desde aquí.
- Ah, ¿y hace mucho que pasó el anterior?
- Unos veinte minutos, calculo.
- ¿¡Veinte minutos!? ¡Pero si me ha dicho un cuarto de hora!
- Tardan un cuarto de hora, pero el bus pasa cada media hora.
- ¡Fraude! ¡Estafa! No se haga el inteligente conmigo, señor mío, porque soy una mujer trabajadora del s. XXI, madre de casa y mujer de…-empecé a argumentar, muy convencida y altanera, hasta que un coche pasó demasiado cerca de la acera y me dio un buen susto-. ¡Asesino! ¡La voz de las mujeres no podrá ser callada jamáaas!
Como si me hubiera caído una piedra encima, descubrí que estaba siendo observada como si la única primate en toda la ciudad fuera yo, y eso me hizo sonrojar. ¿Tan poco protocolaria era en la vida común?
Entre unas cosas y otras llegó el autobús. Me rezagué un segundo para ver cómo se hacían esas cosas. Parecía sencillo, ponías el importe encima de la mesita del conductor y él te daba un ticket blanco y tu cambio, entre gruñidos y malas miradas. Estos sí se comportaban así, era inconfundibles. Por fin podría probar mi dominio del idioma.
Subí la última por la portezuela mágica, que se abre y cierra con un botón, como si fuera una extremidad y el hombre su corazón. Magnífica metáfora. Antes de enfrentarme al jefe del grupo me dispuse a sacar el material con el que comerciar mi viaje en carroza. Bendita sorpresa cuando la mano no conseguía introducirse en el bolsillo de la chaqueta. ¿Se habrían pegado los extremos? ¿Habría cambiado de posición la abertura?
Cansada de rebuscar entre la tela, miré hacia abajo. Era una chaqueta lisa, de cuello alto y botones grandes. La característica que la hacía única es que la abertura estaba ladeada, en vez de ser recta, por lo que concebía un aire de incontrolable originalidad dentro del conjunto serio y coherente. Ahí estaba el bolsillo izquierdo, correcto; y ahí estaba… estaba… no, ¡no estaba! ¿Y qué hago sin bolsillo?
Me quité el abrigo, algo asustada, y empecé a buscar por todos lados. Había muchos ojos observando la escena, y parecían asombrados.
- Señor conductor, creo que se me ha perdido el bolsillo por algún lado. Le cambio el billete por… por…-rebusqué y en el izquierdo encontré las llaves del coche-, por… las llaves de mi coche estropeado.
- ¿Crees que tengo tiempo que perder con chiflados como tú? ¡Ya me he retrasado por una tontería!
- Mire, señor, le aseguro que yo tengo más prisa que usted, debí llegar hace media hora a la escuela, pero había un atasco, el coche me dejó tirado y en el bolso de una mujer no caben alfombras voladoras. ¿Cree que tengo el problema de que, encima, me haya desaparecido el bolsillo con el dinero? Aquí nadie me tiene que echar de ningún lado, porque antes me mojo los zapatos que compartir el mismo aire con primates maleducados y obtusos como usted. ¡Buenos días!
Y qué decir que en los siguientes veinte segundos tuve que comerme mis palabras, una a una. Los primeros cuatro coches salpicaron mis zapatos como si de una diana se tratara -…antes me mojo los zapatos que…-, y mi sentido de la orientación se vio mermado hasta el infinito sin la voz artificial de la mujer que habita en el GPS -…en el bolso… alfombras voladoras… primates maleducados… ¡buenos días!-. Me armé de valor, aunque tenía un terror atroz a moverme y crear un vórtice espacio-temporal que llevara a la humanidad al caos absoluto. Bueno, en realidad el resto de seres vivos me daban igual, no quería que le pasara nada malo a mi hija. Pero si ponía en la balanza que la niña acabara licenciándose en la guardería porque su irresponsable madre no fue a recogerla un día, o desencadenar el Apocalipsis... Probemos.
Pude despegar los pies del suelo, pude preguntar y pude llegar casi una hora tarde. Estaba todo dentro de las posibilidades. Cuando llegué a la puerta me daba vergüenza entrar. ¿Y si Lourdes, la profesora, estaba esperándome con el látigo en la mano? No podría contar todo lo ocurrido con claridad y seguro que me ponía nerviosa y empezaba a hablar de abducciones alienígenas y crustáceos. Todo el mundo considera que tengo unos recursos muy extraños para evitar las responsabilidades. Yo ya no sé qué pensar, porque a mí me parecen raros ellos.
‘Si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma’. ¿Por qué todos los refraneros tienen razón? Yo me había convertido en una especie de profeta al que nadie podía ponerme cara, pero que se sabía a ciencia cierta que portaba barba y pañuelo, y un chico de ojos azules que acechaba tras la verja era mi montaña. Muy atractivo, por cierto.
- Perdona, ¿eres la mamá de Irene?
- Yo… sí. Siento el retraso.
- No te preocupes, la princesita y yo nos hemos estado entreteniendo con las letras, ¿verdad?
- ¿No es un poco joven como para que le enseñen esas cosas? ¡Aún le quedan muchos años para pensar en hipotecas!
Se rió. Las carcajadas sonaban cristalinas y sinceras. ¡Pensaba que era un chiste! ¿Qué tipo de paralelismo puede haber para que le cause tanta risa? Estaba medio indignada porque no lo entendía, pero su alegría se pegaba como esa sustancia adiposa que tanto nos desagrada a las mujeres cuando nos hacemos viejecitas. La niña al escucharnos se asomó a la puerta, nos vio, y salió corriendo a abrazarme.
- ¿Qué tal está la niña más bonita del mundo?
- Quien a los suyos se parece…
- Eso dicen, Lourdes. Tú tampoco estás nada mal así.
- Jaja, no, señora. Yo soy el profesor encargado de la hora de comer. Me llamo Elías.
- Ya me parecía a mí. En fin, yo soy Alma. ¿Y el comedor es sólo para niños? Porque menudo privilegio tienen.
- Yo hago todo lo que puedo porque estén a gusto. Casi ningún niño se acostumbra al comedor de la escuela, pero nosotros intentamos estimularlos para que comer cada día sea toda una aventura.
- Sí, puedo entender eso del estímulo…
-¿Qué?
- No, nada, que yo ya me voy. Tendré que volver de vez en cuando a llegar tarde para reírme un rato, hoy he tenido un día realmente estresante.
- No lo dude, nos divertiremos.
- No lo dudo. Adiós.
- ¡Hasta la próxima!

Volvía a estar en la calle, en la misma parada de autobús. Miré el reloj, el tic tac era audible pero la esfera no tenía manecillas. ¿Qué le pasaba? Pregunté a tres personas que había allí la hora, pero nadie quiso contestar. ¡Y luego soy yo la rara!
Desabroché la correa e instintivamente fui a meter el reloj en el bolsillo, pero allí no había nada. ¿Otra vez? ¡Me toman el pelo hasta en sueños!
Levanté la cabeza y de repente todos llevaban una chaqueta igual que la mía; hombres, mujeres, niños, perros e incluso el poste que señalizaba la parada del bus. No, eran casi iguales que la mía, porque aparentemente ninguna tenía bolsillo. Entonces, de golpe, hubo una pausa y los pájaros se pararon en el cielo, los coches dejaron de tocar las bocinas y la mirada de las personas se paralizó. Cuando el mundo recobró la vida todos señalaban hacia el final, hacia lo que parecía una montaña con un par de ojos azules, grandes. Se oía una risilla de fondo, y en la cima –daba igual lo lejos que estuviera, lo podía ver con total claridad- había un maniquí con mi chaqueta.
Me desperté envuelta en sudor. Estaba sola en la inmensa cama de matrimonio, para no variar. Me levanté y abrí el cajón de la mesita. Dentro había una autorización para que el alumno se quedara en el comedor de la escuela. Suspiré y empecé a rellenarlo, lentamente.
Si la montaña no viene a Mahoma…

サラ.

06. Ley de vida

- ¿Sí?
- ¿Es usted Alma Asorey?
- Sí, soy yo.
- Le llamo desde el Hospital General. ¿Conoce a Alesia García?
- Es mi madre. Hace años que no la veo.
- Ha tenido un accidente y está muy grave. Siento comunicarle esta terrible noticia.
- Déjate de adjetivos. Gracias por notificármelo.
Y colgué. Éste era uno de esos casos prototípicos y peliculeros en los que los protagonistas salen corriendo, pero a mí me pasó lo contrario. Necesitaba reflexionar, una buena ducha.
Me metí en el cuarto de baño no sin antes echar una ojeada por la ventana y preparar una cafetera, como cada mañana. Estaba a punto de despuntar el día, debían ser las 6. Buena hora.
El agua fría despertó cada célula. Poco a poco fue calentándose y volví a respirar. Me daba la sensación que la cabeza estaba humeando, había llevado una noche agotadora con una traducción. Un personaje estaba empeñado en hablar de la migración de los cangrejos australianos a aguas del Mediterráneo, cosa de por sí imposible, utilizando mil tecnicismos, la mitad de ellos inventados a partir de la pronunciación del verdadero. ¿Cómo podía haber escritores tan locos? Qué noche tan extraña.
Alguien abrió la puerta.
- Buenos días cariño. ¿Te dio tiempo a acabar?
- Un poco ajustada pero sí. Ha sido un trabajo muy duro.
Una mano se coló por una rendija de la mampara y se posó en mi cadera. Tras ella fueron unos labios que se posaron en los míos. Fue un beso húmedo y prolongado que me ayudó a despejar la neurona. Pasé los brazos por su cuello y lo atraje hacía mí. Vestido se metió en la ducha conmigo y me envolvió con sus brazos.
Agua, vaho, calor.
- Tengo dos noticias que darte.
- ¿Buenas o malas?
- Elige, A o B. ¡Encárgate tú de valorarlas!
- B.
- Mi madre ha sufrido un accidente y está en el hospital…
- ¡Eso es terrible!
- Eres la segunda persona que pronuncia esa palabra hoy. Dejad las valoraciones para otro momento, por favor. Aún no he acabado siquiera la ducha de la madrugada y ya estáis traumatizando el día.
- ¡Tenemos que ir a verla! Voy a llamar ahora mismo al trabajo que hoy no iré.
- ¿Tenemos?
- Oh, cariño, sabes que adoraba a tu madre, aunque la viera pocas veces antes de que os pelearais.
- Ya, bueno. Yo tengo que ir a entregar el libro a la editorial.
- ¿No puedes dejarlo para otro momento?
- Les pedí una semana de asueto porque era imposible traducirlo con tanta prisa y lo aceptaron. Me pueden hacer un favor una vez, pero no puedo permitirme un retraso más si quiero seguir conservando mi fama.
- Lo entiendo. Voy a llamar ahora mismo para avisar que no voy a ir.
- Bien. Yo acabaré de ducharme.
Al fin el día había tomado una definición. Sería agrio y pesaroso. El cansancio empezó a acumularse en mis párpados, llevaba una semana de perros con la maldita novela y ahora esto. Sólo me apetecía dormir tres días seguidos.
Cerré el grifo y mojada y desnuda, fui a la cocina. El café ya estaba frío por lo que lo metí en el microondas unos segundos. Esperé allí a que la taza se calentara, llenándolo todo de agua. Al principio esta manía casi escandalizaba a Allen, pero se fue acostumbrando.
Saqué la taza y me fui al vestidor. Falda negra, camisa blanca ceñida a la cintura y unos zapatos con un poco de tacón. Muy sobria. Puse a imprimir las quinientas hojas y acabé de retocarme y secar el pelo. El secreto para parecer bella es poco maquillaje y natural.
- ¿Has cogido las llaves de casa?
- Sí, ya lo tengo todo.
Bajamos al garaje y se encendió la radio. Permanecíamos en completo silencio mientras las notas de una típica canción del verano llenaban el espacio. Estaba concentrada en conducir y no la presté atención hasta que él cambió de sintonía.
- ¿Te encuentras bien? Odias esa canción y no la has cambiado.
- Ni he prestado atención, la verdad. Hoy hay un tráfico terrible, ¡voy a llegar tarde!
- ¿Seguro que no estás así por el accidente?
- Los cangrejos australianos han migrado a mi cabeza, me encuentro incapaz de pensar en nada.
- ¿Cangrejos australianos?
Paré el coche delante de una pequeña papelería. Si no fuera porque sabía dónde estaba habría pasado de largo por completo.
- Vuelvo ahora, dejo el coche encendido.
Puse ambos intermitentes y bajé con el paquete en el que estaba la novela. En cuanto entré unas campanitas sonaron en la trastienda y se asomó un hombre con gafas enormes. Era muy mayor, lleno de arrugas.
- Buenos días, viejo Roble. ¿Puedes encuadernarme esto?
- Hola joven Caos. ¿A qué nivel de velocidad lo deseas?
- Faster than Light, please.
- Right now!
Contemplé el lugar con cariño. El olor a hojas, libros viejos y fotocopiadoras calientes se mezclaban en este lugar. Recuerdo que eso fue lo que me atrajo dentro por primera vez, el mismo día que empezó la dichosa manía de encuadernar los trabajos antes de entregarlos. Pulcro, fue mi primer éxito como traductora, y desde ese momento siempre he vuelto aquí al acabar cada libro.
A los pocos minutos volvió. Tan eficaz como siempre.
- ¿Pronto podré comprarlo?
- Supongo que sí, según lo que se demoren allá. Ha sido un trabajo especialmente difícil, espero que disfrutes su lectura. ¿Cuánto te debo?
- Vete o llegarás tarde.
- Gracias viejo –sonreí por primera vez en el día. Qué persona tan adorable, era casi como mi padre.
- ¿Se lo has contado ya?
- No he tenido tiempo, te mantendré informado. ¡Adiós!
Volví y me puse en marcha. No volvimos a hablar hasta que dejé la novela en la editorial.
- ¿En qué hospital está?
- El chico me llamó desde el Hospital General.
- ¿No sientes nada?
Le miré fijamente, a los ojos. Me sentía adulta, serena. Acababa de entregar un trabajo bien hecho y estaba tan satisfecha como cansada. No tenía nada pendiente.
- La noticia A es que vas a ser padre.
Sé que no era el momento para decirlo ni tampoco era la respuesta que esperaba recibir.
- ¿Qué? Pero… ¡Eso es maravilloso! ¿Cómo lo sabes? ¿Desde cuándo?
- Fui al médico el otro día y me lo confirmó.
El resto del viaje fue en completo silencio. Su cara cambiaba de felicidad a desánimo y de desánimo a felicidad aleatoriamente, parecía tener un debate interno importante. La música seguía sonando y yo no era capaz de nada. Dentro había una completa y absoluta calma. Terrible, era como si me hubieran anestesiado y le hubieran pasado mis sentimientos. Estaba a punto de preguntarle si se pondría a llorar o a reír a carcajadas cuando llegamos, y creí más prudente callar.
- ¿Te dijo en qué habitación estaba?
- No, le colgué.
- ¿Por qué?
- ¡Dijo que era terrible!
Suspiró. ‘Es incorregible’, debía estar pensando. Bueno, eso es cierto. Lo soy.
- Ve a aparcar, voy a preguntar dónde está. Nos vemos en recepción.
Me acerqué para recibir un beso pero sólo escuché como la puerta se cerraba. Me tocaba suspirar a mí. ¿Acaso tenía yo la culpa de todo lo que pasaba? No, joder, no fui yo quien ‘esperaría tranquilamente’. Yo quería hablar y solucionarlo, como siempre. Ella tenía suficiente con su nueva vida, suficiente como para darme la espalda aunque yo la necesitara. Al fin y al cabo, ‘ella no podía hacer nada por mí’.
Un stop, frené. Una sacudida y un sonido. Mi cabeza golpeó el volante con relativa fuerza.
Me sentía aturdida, miré a ambos lados y como no venía nadie seguí recto, ahí delante había un hueco libre. Aparqué a la primera y cuando iba a cerrar el coche me percaté del golpe en la parte trasera.
- ¿Cuándo mierdas me han pegado ese golpe? Joder, y no dejaron ni el número de teléfono. Qué hijos de puta. Como mínimo he tenido suerte y he aparcado en frente de la puerta…
Le di una patada a la rueda, frustrada, y fui hacia la puerta. Allí estaba esperándome Allen. En cuanto me vio corrió hacia mí escandalizado.
- ¿Pero qué te ha pasado? ¡Menudo golpe que tienes, cariño!
- ¿Golpe…?
Me toqué la mejilla. Era cierto, estaba tan hinchada que ni siquiera podía abrir el ojo izquierdo. ¿Cómo no lo he notado?
- Joder, joder, joder.
- ¡Lo siento, lo siento de verdad! -alguien venía corriendo, una mujer de unos cuarenta años con el pelo muy largo y rizado. Parecía azorada, preocupada-. Estaba discutiendo con mi ex marido y no vi que frenabas.
- No es nada. Por poco me quitan el sitio.
La contestación los descolocó, pero me había salido tan natural… Se miraron, noté su desconcierto.
- Discúlpela, le han avisado que su madre ha tenido un grave accidente y está algo perturbada por la noticia. Déme su número de teléfono y otro día la llamo para arreglar los papeles del seguro.
- Lo siento otra vez. Tenga mi tarjeta, le apunto detrás la matrícula de mi coche. No dude en llamarme pronto, por favor. Que no sea nada.
Y se esfumó. Yo había estado escuchándolos, llenando mi mente de palabras protocolarias para darle las gracias por su preocupación, pero no conseguí despegar los labios. Sólo miraba con curiosidad, hecho que empezó a preocuparle.
- ¿Pero no te diste cuenta de nada?
- No… -seguía tocándome la mejilla, como si intentara comprobar que de verdad había ocurrido.
Sin previo aviso me abrazó muy fuerte. Respiraba entrecortadamente.
- Prométeme que te vas a cuidar, ahora más que nunca. Tienes doble responsabilidad, tienes que dar a luz a un hijo sano, y tampoco quiero cuidar a un bebé yo solo. Te quiero Almita mía.
- Te… te lo prometo.
Me dio la mano, entrelazando nuestros dedos y me llevó adentro. Una enfermera se acercó a preguntarme qué había ocurrido, y él le contestó que no había sido nada, que me trajeran un poco de hielo. Al instante estaba sujetando un trapo con algo frío dentro. ¿De dónde vendría este hielo? Quizá lo había traído un cangrejo australiano desde el Antártico.
Por estúpida que pareciera la idea, me tranquilizó.
- Está en la habitación 411, planta cuatro. El ascensor… sí, ahí está.
Subimos con mucha gente, nadie dijo nada. Cuando sonó el ‘clin’ de la tercera planta, todos salieron casi corriendo y nos quedamos solos. Me estrechó más contra él como si pensara que yo también estaba enferma. Le miré con curiosidad y me la devolvió. Fui a hablar, pero tenía los labios también hinchados, y casi no pude entreabrirlos.
‘Clin’. Cuarta planta.
Ahí estábamos, por fin, y me volví a dejar llevar por su mano segura. Un par de puertas a la derecha estaba el número 411 escrito en letras negras sobre un cartel blanco impecable. Olía a alcohol, a limpio impoluto.
Tocó a la puerta con los nudillos y un hombre con bata blanca la abrió desde dentro. Todo blanco, blanco, blanco, blanco. Un lienzo sobre el cual escribir, pintar, traducir…
- Venimos a ver a Alesia.
- Pasen, por favor. ¿Familiares?
- Ella es su hija. ¿Cómo se encuentra?
- Está grave. Tiene lesiones internas, tres costillas rotas y la pierna y la muñeca derecha rotas, además de todos los golpes y magulladuras.
- ¿Cómo fue?
- Ella y un hombre iban conduciendo y chocaron contra un coche en dirección contraria a 160km por hora. Es un milagro que ella esté viva.
- ¿El compañero y el conductor del otro coche están…?
- Sí, han fallecido.
Volvía a pasar lo mismo que antes, buscaba unas palabras dentro del protocolo que pudieran expresar algo, aunque fuera simple interés. Al parar de hablar me miraron esperando que dijera eso que andaba buscando. Esta situación me presionaba y me puse nerviosa. Tosí y me dolió el golpe como nunca.
- Pobrecita… Lo siento mucho, de verdad.
¿Ni siquiera un ‘gracias por todo’? ¡Habla, habla! Pero nada, era imposible. Estaba demasiado concentrada en la cara del médico. ¡Qué blanco iba! Recorrí de arriba abajo su indumentaria muy descarada. Ambos se quedaron asombrados, pude volver a notarlo. Entonces me fijé que llevaba bordado un pequeño cangrejo en el bolsillo del pecho con un sombrero playero y una tabla de surf en una pinza.
- Un cangrejo australiano.
El día empezaba a ser de lo más surrealista.
Sonrió y me tocó el hombro, apiadándose de mí.
- ¿Puede venir conmigo fuera, por favor? –se dirigía a Allen-. Quizá… necesiten estar a solas.
Buena excusa Licenciado. ¿Sugerirías a mi pareja que me encerrara en un psiquiátrico o que me ayudara a dejar las drogas? Todo por mi seguridad, por supuesto.
El hecho es que me dejaron sola, a Allen se lo llevó un poco a regañadientes. Quería quedarse conmigo. Cuánto le quería.
Cuando cerraron la puerta me puse a contemplar los cuadros de la sala. Había una foto enmarcada de una playa desierta, muy típica de una agencia de viajes, y otra del monte Fuji en Japón. Busqué a Wally en ambas fotografías y al comprobar que no estaba posé la vista por primera vez en mi madre.
Mi primera impresión fue que tenía muy mala cara. Toda magullada, escayolada, con una máscara que le tapaba boca y nariz y le ayudaba a respirar. Lo poco que podía ver de su piel eran los dedos amoratados, supuse que por la presión de las vendas, y parte de su cara. Me llamó la atención que tuviera la mejilla hinchada, la misma que yo. Qué curioso.
Llevaba ocho años sin verla y nunca se cansó de esperar. ¿Por qué? En esa época tuve que despojarme de todo para conservar mi integridad física y mental. Desaparecí del mapa, viajaba, ahorraba dinero y volvía a viajar. Fueron dos años antes de asentar la cabeza, Allen me hizo volver.
Estudié, me perfeccioné y aprendí a amar muy despacio. En estos momentos era feliz con mi vida y mis pequeños retos.
¿Qué habría pasado si hubiera sido de otro modo, mamá?
Revolví en el bolso hasta encontrar un trozo de papel y un boli negro. Escribí unas palabras y lo doblé. Lo dejé sobre la mesita y salí en silencio.
Allí fuera estaban ambos hombres con cara seria. El suelo estaba muy pulido y limpio.
- Vámonos cielo.
- Pero yo quiero ve… -suspiró-. Bien, como quieras.
- Gracias por todo, doctor -le dije esto muy bajo pero lo entendió a la primera y asintió con la cabeza.
- Suerte. Aún puede ser que se ponga bien.
Ya estaba llamando al ascensor. El médico entró en la habitación y vio la nota. La alzó y desplegó. Dentro estaba escrito, con letra muy clara: ‘Eras mi persona favorita…’

サラ.

05. Break-up

Escuché el sonido de algo rompiéndose en la habitación contigua. ¿El aire?
Me levanté de delante de los apuntes, echando al gato al suelo y me acerqué al cuarto. Efectivamente, allí estaba un jarrón despedazado y la cortina ondeando en señal de culpabilidad. Entonces la puerta se cerró de un golpe a mis espaldas.
Encerrada. Las paredes cada vez más cerca.
Objetos animados. Sonríen. Sonríen más.
Sin darme ni cuenta barro la mesa con los brazos, tirándolo todo al suelo. Estoy llorando lágrimas de rabia. Me tropiezo con la pata de un taburete y me caigo al suelo, dando de bruces con todos los trocitos de cerámica del jarrón.
Las baldosas están frías. El agua salada se escurre por las mejillas empapando el suelo. Oscuro…
…Y nada más.

サラ.

04. Ensayo y error

Sólo a dos dedos de vaciar el vaso. Iba a beber de un trago su contenido, pero la luz que incidía en él me retuvo. No había nada de especial, era simplemente una copa con un líquido transparente junto a unos folios a medio escribir y subrayados y la carátula del CD que estaba sonando en estos momentos. En ella había escrita una poesía. Leída en voz alta sonaba más o menos así:
Quisiera que mi voz fuera tan fuerte
Que a veces retumbaran las montañas
Y escucharais las mentes social-adormecidas
Las palabras de amor de mi garganta…
Escucharemos, retumbaremos. Pensaremos qué hay detrás de una acción tan simple como vaciar este cáliz de su néctar. ¿Morirá? ¿Desaparecerá la taza? ¿Seguirá impasible? ¿Llorará la pérdida?
¿Cómo puedo saber qué pasará después si ni siquiera soy capaz de predecir qué pasará con este recipiente? Predecir los fenómenos impredecibles, predicar el resultado y esperar que sea correcto. Es más difícil que jugar a la lotería.
Hipnotizada con la cuestión la mente se quedó en blanco. No había nada que pensar, nada que probar o aprobar.
Agarré el cacharro de cristal entre los dedos y me lo bebí de un solo trago.
Nada.

サラ.

03. Abismar

Es algo tan tan profundo que sólo puede estar a la sombra, donde aún no ha llegado ni la luz. Eso llevo dentro de mí. Cuando vuelvo a la vida, la situación me banaliza y convierte en una más, haciendo, viendo, escuchando e incluso sintiendo lo mismo que todos los demás.
En realidad soy un monstruo diferente, no como concepto negativo, sino como concepto, sin apellidos, sin adjetivos que lo valoren.
Soy una niña pequeña al borde de un pozo, alimentada por seres sin ojos que aparecen del abismo para drenarme su alma, separándose de toda ligadura. De ahí los instintos de conservación, de miedo a aquella cavidad a mis pies. Sólo soy una niña con miedo a caer sola donde esas almas le han contado que hay nada.
Me aferro a su mano, que hoy no parpadea, hoy está conmigo.
- ¿Estás bien?
- Ha sido un mareo, nada más.
- ¿Señorita, qué langosta prefiere? –el camarero insistía, viendo que tardaba.
- ¿Pero no ves que está pálida? Si tienes tanta prisa vete a atender a otra mesa.
- Creo… que he cambiado de idea. No quiero langosta, no quiero su alma.
- En La Langostería sólo cocinamos langostas, valga la redundancia.
- Entonces vayámonos de aquí. Por favor, cariño.
- Sí, claro… ya sabes que no me gustan los insectos*.
- Crustáceos, señor.
- Según cómo lo mires.

サラ.





* Juego de palabras entre la langosta insecto y la del mar.

02. El hueco de la escalera

Golpe seco. Un portazo al fondo de la casa, de su habitación. Después el silencio, más destructivo que todos los gritos anteriores.
No debí gritar, no debí hacer tantas cosas últimamente… Pero es un hecho y no puedo desprenderme de ello, de la sensación de haber escogido el mal camino al ver la rosa sin intuir las espinas, y ahora estar clavándome sus aguijones crudos, envenenados por una sustancia que te transporta a algo más allá de la muerte.
Más silencio.
Soy capaz de dejarme llevar a oscuras, que mi sentimiento sea más fuerte que toda materia en el universo, capaz de moverlo todo menos el tiempo. Y el silencio.
Tocan al timbre y voy a abrir. Palabras ininteligibles, intuyo que quieren subir pero tampoco acierto a saber qué, quién, por qué o cómo. Por las escaleras, imagino.
A lo mejor es la CIA vestida de hombres de negro, como en la película, que vienen a arrestarme o a acabar con las ruinas de mi vida, aunque quizá sean unos cuantos curas mandado por la Santa Inquisición para torturarme y quemarme en la hoguera por rompe-ideales, bruja y hereje. ¿Y si viene uno de cada? Por si ninguno queda conforme, partirme en dos y que cada uno cumpla su misión de castigarme.
Sería divertido ver la cara de satisfacción cuando él se entere y firme gustoso porque se me lleven muy lejos, donde mis paranoias e incoherencias no le afecten. A lo mejor lo celebra preparando palomitas, o haga una fiesta de vecinos de la comunidad, que por fin se libran de esta pesada. Hasta puede que mis más íntimos amigos se apunten a la celebración.
Con ese sabor tan amargo escuché las pisadas de varias personas subiendo los tres pisos sin ascensor, incluso antes de abrir la puerta. No iba a darles el gustazo de estar esperándoles con los brazos abiertos, les haría esperar a que llegaran para enseñarme a ellos, para entregarme y por fin acabar con el sufrimiento del planeta. Sin altibajos emocionales, sin que haya nadie que se sienta ofendida por las más pequeñas chorradas. Seguro que se aburrían, pero ese era su problema.
Al llegar abrí la puerta. Allí había una señora mayor, entrada en carnes y dos niñas agarradas de sus manos. ¿Y esto qué era, el batallón inicial? Los niños podían llevar bombas nucleares implantadas en el cuerpo en el momento de nacer y la mujer un látigo escondido entre los michelines. Nunca hay que fiarse, aunque parezcan inofensivos.
- Somos testigos de Jehová y vamos predicando su palabra. ¿Sería tan amable de escucharnos unos minutos?
¿Y toda esa educación de dónde había salido? ¡Soy capaz de escoger el cuchillo más mortífero de la cocina y… y… hacer algo con él! ¡No os fiéis que yo no estoy indefensa!
Mentira.
- Oh… Lo siento, pero pertenezco a una secta muy peligrosa que está totalmente en contra de vuestra creencia. Tengo órdenes expresas de exterminar, pero como veo que habéis sido tan amables, os permito ios sanos y salvos de la puerta de mi casa. Gracias y buenas tardes.
Cerré la puerta sin creerme del todo lo que acababa de decir. A veces era como si alguien controlara mi boca para soltar palazos invisibles. No se puede hacer nada contra un ataque así.
Suspiré, vuelta a la resignación. Me iría al salón sin castigo y con el silencio, que parecía más abrumador por instantes… Aunque ahora que pensaba en él, había desaparecido. Un rumor de pasos se escuchaba cada vez más cerca, por lo que no me moví, cara a la puerta de salida.
Sus brazos rodearon mi cintura y creí que el corazón se me saldría por la boca de lo desbocado que se había puesto. Sus labios rozaron mi cuello y noté esa respiración cálida sobre mi piel. Suspiró, ambos suspiramos.
- Lo siento.
Y con eso bastaba, con eso tenía que bastar. Me arrastró hacia el cuarto y me dejé llevar, con los ojos cerrados.
Perdonaría y volvería a la normalidad.
Hasta la próxima.

サラ.

01. De Madrugada

Abrí un poco los ojos y ahí estaba, la puerta abierta sólo una rendija, por donde se escurría la luz que incidía de lleno en mi cara. El despertador parpadeaba rojo en la mesilla, 4:02 de la madrugada y la cama vacía, otra vez vacía. Me levanté desnuda, envolviendo esta figura mía en la sábana blanca que me había estado cubriendo y até algunos pelos rebeldes con una pequeña pinza. Sin las zapatillas los pasos eran tan silenciosos que parecía como si realmente no estuviera pasando por allí, o como si levitara unos milímetros por encima del suelo. Aunque quizá fueran alucinaciones de mi mente dormida.
Mientras me acercaba a la puerta mis oídos fueron llenándose de música danzarina y apacible, melodías que no sonaban en absoluto desconocidas pero tampoco podía ubicar. Al llegar hasta la abertura no la abrí y me mostré, sino que me quedé mirando desde ahí. Todo parecía mucho más iluminado y acogedor, al contrario que el rincón oscuro donde me encontraba, sola… Por muy cómoda que pareciera la cama, en la otra habitación era todo mejor, y lo sabía. ¿Entonces por qué resistirse? ¿Por qué no podía abrir la puerta?
Suspiré. Una fuerza me impulsaba adelante y otra hacia atrás. Al fin entré en el cuarto donde estaba él atareado en sus papeles. Un flexo iluminaba la cabeza, su cara concentrada y su pelo oscuro, y la mesa. Tan concentrado debía estar que ni se percató de mi presencia, o pudiera ser que mi sigilo no fuera parte del duermevela después de todo.
Los brazos y la sábana le rodearon. Su capacidad aglutinada en los dibujos se había expandido con mi olor a perfume, la calidez y, por qué no decirlo, con mi piel desnuda regalándole una caricia sutil. Le besé la mejilla y el cuello.
- Cariño, es muy tarde. Vente conmigo a la cama…
Giró la silla y aproveché para sentarme en su regazo. Volví a besarle, esta vez en los labios. Sus labios, esos labios, dame los labios… regálamelos, igual que yo te regalé mi corazón. Tus labios recorren los míos, están jugando, están riendo, están cantando. Después bajan, bajan por el cuello y se posan en mi hombro. Cómo me gusta que lo haga, y lo sabe. No puedo resistirme.
- He de acabar esto, no puedo retrasarme más.
- Pero puedes hacerlo por la mañana. Esto no es sano…
- Ya no tardaré mucho, de verdad. Tú eres la que deberías estar durmiendo como un angelito.
Suspiré, algo cansada de las mismas excusas. En verdad estaba preocupada, pero nada podía hacer porque sabía que no se movería de ahí hasta que no viera despuntar el día. Me levanté pero me atrapó entre sus brazos antes de poder moverme y me acarició las mejillas, el pelo, los brazos y mi figura entera. Cada segundo que pasaba allí sentía cómo se fundía todo mi cuerpo a él, cómo mi amor aumentaba. Sólo esos instantes ya eran aliciente suficiente para vivir toda una vida a su lado.
- Gracias por preocuparte pequeña Caos.
Sonreí y me deshice de su abrazo con elegancia. El corazón me latía tan fuerte que creí quedarme sorda, no volver a escuchar nada además de ese bumbumbum. Sin pensarlo dos veces me tumbé en el sofá que había detrás de la silla, acurrucándome entre la tela.
- No pensarás quedarte ahí…
Asentí, sonriendo.
- Mañana te dolerá el cuello, no es un lugar cómodo para que duermas.
- Bueno, como no vas a tardar mucho no llegaré a dormirme.
Entonces suspiró él. A cabezones no nos ganábamos mutuamente, y eso era algo que sabíamos de antemano. Me parecía divertido. Se dio la vuelta y siguió a sus cosas. A veces me habría gustado que dejara lo que tenía entre manos para tomarme, o para abandonarse a mí en la cama, pero nunca pasaba. Aunque me había acostumbrado, siempre caía en la tentación de la esperanza.
Cada vez que veía su espalda poco iluminada por atrás, el movimiento de su brazo al escribir y dibujar, me adormecía. Cada vez que…
Y me dormí.

サラ.

Uo!

Qué fácil es desvincularte de las cosas malas cuando te tomas un café con mucha leche condensada. Dulcito, dulcito.

Too late

Mientras estoy embriagada, escribiré.

Una serpiente se ha apoderado de mi alma. Ha hecho que entre en su jaula y allí estoy, totalmente indefensa ante sus grandes dientes venenosos. Ella me mira, lo sé, y sin meditar me acerco más. Está colgada de un árbol y baja con suavidad hasta mis hombros.

Su peso hace que me fallen las piernas y caigo al suelo con ella encima. Sus escamas son frías, pero yo las caliento; mi piel es cálida y ella la enfría. Repta bajo la ropa y con su cola me estrangula el cuello, su cuerpo rodea mi cuerpo, su bífida lengua cosquillea mis muslos.

Tras el cristal, la gente mira el espectáculo. Nadie entiende el insano abrazo de la serpiente aunque todos ellos tienen su propia víbora invisible impidiéndoles respirar.

Mi pitón se introduce dentro de mí y suelto un pequeño gemido, el último hálito de aire que pasa por mi garganta oprimida. Primero me seduces, después viene el asesinato. Me pongo en tensión, se pone en tensión; me hace daño, agarro su cuerpo y lo estrujo con ambas manos. Estoy drogada, soy yo el animal experimental y ella mi cirujana loca, pero estoy seducida.

Me dio a probar la fruta y comí, amenacé al cielo y al infierno con mil palabras de odio que nunca dije, olvidé mis orígenes pecadores y al final, después de todo, tuve que reencontrarme con ella dentro de esta jaula. ¿Por qué no acabas conmigo?

Me hace daño, pero mi cuerpo sólo puede sentir un terrible placer. La espalda se arquea y acabo gritando, envuelta en culpabilidad y lágrimas, hasta caer casi inerte. El abrazo mortal se afloja, ella se va.

Quiero llorar, quiero gritar, quiero suplicarle que vuelva, pero parece demasiado tarde. El dolor ha remitido y ella vuelve a su rama.

Maldita culebra.

Despertar

Ya no puedes hacer nada, los recuerdos mentales de esta noche se conglomeran en tu cabeza. Has visto a esa persona en tus sueños y has sido tan impotente como face to face. Yo ya dije que lo que pasó ayer no me dejó un buen sabor de boca...

Y ahora estoy realmente impotente delante de esta montaña que se alza aquí delante. Canciones animadas para un corazón desanimado que ha tenido que sobrevivir a que pasen delante de él y le ignoren. ¿Por qué no puedo simplemente borrarlo, deshacerme de él? Es lo que quiero, lo sé. No me quieren ver, yo no quiero verle. Es una reacción bastante normal, bastante humana.

¡Humana!



Las ideas caen sobre mi cabeza y lo único que se me ocurre es ponerme el paraguas, pero tampoco es una solución porque poco a poco me entierran, y entonces ya no hay nada que hacer. El trato con ciertas personas me colapsa porque despierta esas ideas, porque esas personas no ponen de su parte más que para molestarme.

Lo siento por aquellas personas que lean el blog, porque soy consciente de que soy monótona y aburrida. Pero es lo que tengo dentro, un corazón aborrecido. Y es mi blog, yo escribo xD. Bad luck, guys!

martes, 25 de noviembre de 2008

Earth, Wind and Fire - September



Do you remember the 21st night of September?
Love was changing the minds of pretenders
While chasing the clouds away

Our hearts were ringing
In the key that our souls were singing.
As we danced in the night,
Remember how the stars stole the night away

Ba de ya - say do you remember
Ba de ya - dancing in September
Ba de ya - never was a cloudy day

My thoughts are with you
Holding hands with your heart to see you
Only blue talk and love,
Remember how we knew love was here to stay

Now December found the love that we shared in September.
Only blue talk and love,
Remember the true love we share today

Ba de ya - say do you remember
Ba de ya - dancing in September
Ba de ya - never was a cloudy day

Ba de ya - say do you remember
Ba de ya - dancing in September
Ba de ya - golden dreams were shiny days

Protector solar



Sólo unos minutos de reflexión...

Malas ideas



Conmigo probaron qué tal la demo, y creo que les pareció bien porque mira, aquí sigo o-o

Postres and Chicas' Party

Hoy luce el sol, los pajaritos que vuelan, cantan con el viento... pero yo me he levantado con una resistencia grande en mi estómago.

¿Cómo alguien puede llegar a ingerir tanto dulce en tan poco tiempo y vivir en el intento? Sois geniales, fue una noche cojonuda xD.


P.D. ¿Quién me da clases de culturilla general? ¡Mira que no saber Porelanosa...!

viernes, 21 de noviembre de 2008

Malkavian Kytzia

Acabo de clasificar algo que debía ser la historia de un pj de vampiro en el Cairo. Tras abrirlo y descubrir su contenido no sabía dónde meterlo, pero al final -después de un par de lágrimas- he considerado meterlo en la carpeta de relatos concluidos. ¿Por qué? Pues porque, como todo, es una historia acabada. El propietario de esas letras ha cerrado la puerta hacia una etapa en su vida en la que yo me encontraba. Ahora formo parte de una sombra dentro del armario. Otra más.




Sí que has escrito eh… puf! xD
Peazo historia te has marcao! Hehehe…
Lo siento, he sentido el irrefrenable impulso de leerla…
Te quiero… :)

Fando y Lis (1968)

Hay películas que están hechas para no ser catalogadas, y creo que esta es una de ellas. Dedico esta entrada a mi madre, que nació este mismo año, y a Marina, que siempre está dedicando risas y ganas de ser voluntaria en la vida.



En fins, el finde se presenta tan nublado dentro de casa como soleado fuera, pero parece que no hay nada que se pueda hacer. Me he dado cuenta que este año va desgastando mis fuerzas, y empiezo a sentirme como una piedra fría y pulida por el tiempo y los golpes. ¿Realmente es tan difícil ser un individuo de la especie humana?


Quedan tres días para la fiesta de Chicas -novios- y postres. Uo!

martes, 18 de noviembre de 2008

domingo, 16 de noviembre de 2008

Atea

Hoy soy irracional, hoy creí que lo más trágico que podía pasar era no cenar, y en cambio he perdido dos amigos porque sigo siendo una irracional. Y en esto no hay marcha atrás, no hasta que esas personas me demuestren.

Venía con el ánimo puesto en las ganas que tenía de ser sincera con alguien, sentir vergüenza y que ese ser pudiera juzgarme, perdonarme y respetar lo que realmente soy, poder sentir un abrazo sincero. Tenía ganas de abrir una herida que hiciera salir toda la pus que llevo años recogiendo. Quería que las velas y el incienso penetraran en la tranquilidad que me había infundido todo el fin de semana y poder empezar una etapa diferente.

¿Por qué no me importa todo un carajo? ¿Por qué intento confiar en las personas? Ellas no hacen las cosas mal, yo espero algo. Es que no quiero ser fuerte, quiero que me demuestren que existe una posibilidad de confianza, que después de todo soy algo más que un amigo secundario. Quiero un abrazo sincero, no tener que rogar que alguien se quede aquí una sola noche a hacerme compañía. ¿Quién vela por el terror nocturno que me azota todas las noches?

Yo no necesito ser un niño para creer en los monstruos que hay dentro de mi cabeza, esos que se manifiestan porque estoy sola, y no sólo en el plano físico, sino también en el mental. Porque los amigos, la gente que me importan algo se juntan entre ellos y me dan la espalda.

Bien, no hay más esfuerzos que terminen en lágrimas. No hay más nada. Ellos han quedado, pero yo esta no la olvido.

32 Lingshan

32


Tú dices que has terminado de contar tu historia, como si fuera el veneno de la serpiente qi, excepción hecha de la vulgaridad y la fealdad. Es preferible para ti escuchar historias de mujeres o historias que las mujeres cuentan a los hombres.

Ella dice que no sabe contar historias, que no es como tú que puedes hablar a tontas y locas. Lo que ella desea es la verdad, una verdad sin afeites.

La verdad de las mujeres.

¿Por qué la verdad de las mujeres?

Porque la verdad de los hombres no es la de las mujeres.

Eres cada vez más extraño.

¿Por qué?

Porque has conseguido lo que querías y a vosotros, los hombres, todo lo que conseguís os deja de interesar.

Pues bien, ¿reconoces también que, aparte del mundo de los hombres, existe el mundo de las mujeres?

No hables de mujeres conmigo.

¿De qué, entonces?

Habla de tu infancia, habla de ti.

Ella no quiere ya escuchar tus historias, quiere conocer tu pasado, tu infancia, a tu madre, a tu viejo abuelo, incluso los detalles más íntimos, tus recuerdos cuando estabas aún en la cuna, quiere saberlo todo sobre ti, sobre tus sentimientos más secretos. Tú dices que ya lo has olvidado todo. Pues ella quiere precisamente ayudarte a recuperar tus recuerdos, a recordar los hechos y las gentes que tú has olvidado, quiere callejear contigo en tu memoria, penetrar en lo más recóndito de tu alma, revivir contigo tu vida pasada.

Tú dices que lo que ella quiere es poseer tu alma. Ella responde que eso es, no quiere poseer sólo tu cuerpo, te quiere todo entero, por medio de tu voz quiere entrar en tu memoria, hacer suyos tus recuerdos, penetrar en los entresijos de tu alma, jugar con tu imaginción, quiere convertirse en tu alma.

Eres una verdadera hechicera, dices tú. Ella dice que eso es, que quiere convertirse en tus prolongaciones nerviosas, quiere que tú te sirvas de sus dedos para tocar, de sus ojos para ver, que construyas con ella sueños, que subáis juntos a la Montaña del Alma, quiere contemplar tu entera alma desde la cumbre de esa montaña, incluidos por supuesto los más recónditos entresijos de tu ser, los secretos más inconfesables. Con crueldad, dice que incluso no debes esconderle tus pecados, quiere verlo todo a la luz del día.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Ha muerto...

¿Por qué? ¿POR QUÉ COÑO TUVO QUE MORIR?






































































martes, 11 de noviembre de 2008

¿Por qué?

Por qué no podemos desmitificar el miedo y sólo ser dos personas normales que se tienen estima el uno por el otro. Por qué no cultivar buenos momentos y simplemente dejarnos llevar por las cosas positivias. Lo pintamos tan mal que no sé ni cómo alguna vez nos encontramos... Pero yo sé que te respeto y te tengo en alta estima.

¿Por qué tenemos que darles más vueltas? ¿Por qué no ser, simplemente, amigos? De verdad, con los pequeños compromisos que ello conlleva. Aunque cuidado si quieres serlo, porque es también un camino de sacrificios. Tenlo en cuenta.


A veces, cuand hablo, parece que sólo yo entienda lo que estoy diciendo. Me parece tan frustrante... ¡Empatízame!

lunes, 10 de noviembre de 2008

Love theme

Closing my eyes to the sound of gunfire
Uttering a roar
In a flash I am switched into despair
Everything for the one who lives inside the nightmare
Missing from the bottom of my heart

Wishing the world that ran out of tears
The heart is already dead
The hope
Missing until it hurts



(Ignorad el video, sólo escuchad la canción e identificadla con la letra... ¿no se os pone la piel de gallina?)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Esta noche II

1.45 : El gato sigue estable, parece soñar porque mueve las uñitas. Sólo espero que no se vuelva a intentar levantar y que yo aguante toda la noche despierta...

Esta noche

Esta es una noche crítica. Para incubar un amor hace falta mucho tiempo, pero para que desaparezca sólo es necesaria una noche con la temperatura alta, una sonda en el pene y un fallo renal.

Podían pasar muchas cosas en mi vida, pero esta es sin duda una de las peores. Hay gente que se hace un poco a la idea, y gente que sabe perfectamente lo que para mí significa esto. Doy las gracias a la gente que aún sin aún conocerme del todo hace lo posible por estar ahí, y todas las que no se han molestado en decirme 'pasaré a hacerte un rato compañía, sé que para ti es muy duro' creo que pueden empezar a plantearse qué tipo de amigos son. Porque los de verdad no significan nada para mí, cachai?

Las personas solas se colocan en el lugar que les corresponde con respecto a las demás. Llevarse decepciones a veces, o saber que no tienes que esperar nada es muy positivo... pero creo que no hoy.

Recuerdo el día en que lo recogimos de la protectora, a mi pequeño Neko. Fue por casualidad, la primera que nos gustó era hembra y nosotras queríamos macho. Su otro hermanito estaba más sucio. Durmió siempre conmigo, era el mimado y el consentido, el que en los viajes siempre acababa dormido en mis rodillas.

Te quiero, Neko. Eres el bicho más adorable y más gatoso que está aquí a mi lado... y si sales de esta te prometo que serás aún más feliz conmigo. Por favor, no me abandones aquí porque no sabré qué hacer sin ti.

viernes, 7 de noviembre de 2008

-5mins.

Quedan 5mins para que me vaya a clase, hoy viernes por fin. Ha sido una semana muy intensa, donde me he dado cuenta de lo fácil que resulta la posibilidad de perder a los seres que más quieres y que, sin intenciones, son parte de tu apoyo diario. Un beso a Neko, porque sin él no podría estar en Castellón y dormir sin el calorcito de su piel.

Después, gracias a esta 'crisis animal' me he dado cuenta de la gente que está ahí porque sí, o de los esfuerzos que hace cada persona para conmigo y lo que me importa. Por eso mi agradecimiento más sincero es para Marina que ha estado ahí para llevarme en coche y distraerme en el veterinario. Con gente así es fácil hacer cariño con los demás.

Lo he estado pensando, hay gente que de forma innata sabe lo que necesita cada persona en cada momento, y puede ofrecérselo. Otras que no. Pero también hay que agradecer los pequeños esfuerzos de las personas que van a ciegas con los demás, porque lo que cuenta siempre es la fuerza y las ganas que le pones a todo. Ah, también gracias a la veterinaria que me atiende, y a la persona que llama a su amiga para preguntarle por Neko... =).

Y... y... todos los que se han preocupado por no dejarme sola, porque tengo los nervios a flor de piel y su estancia lo más alargada posible me recuerda que aún hay gente que piensa por los demás.

Gracias a todos, de corazón.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

En EEUU









Por fin.