jueves, 27 de noviembre de 2008

Too late

Mientras estoy embriagada, escribiré.

Una serpiente se ha apoderado de mi alma. Ha hecho que entre en su jaula y allí estoy, totalmente indefensa ante sus grandes dientes venenosos. Ella me mira, lo sé, y sin meditar me acerco más. Está colgada de un árbol y baja con suavidad hasta mis hombros.

Su peso hace que me fallen las piernas y caigo al suelo con ella encima. Sus escamas son frías, pero yo las caliento; mi piel es cálida y ella la enfría. Repta bajo la ropa y con su cola me estrangula el cuello, su cuerpo rodea mi cuerpo, su bífida lengua cosquillea mis muslos.

Tras el cristal, la gente mira el espectáculo. Nadie entiende el insano abrazo de la serpiente aunque todos ellos tienen su propia víbora invisible impidiéndoles respirar.

Mi pitón se introduce dentro de mí y suelto un pequeño gemido, el último hálito de aire que pasa por mi garganta oprimida. Primero me seduces, después viene el asesinato. Me pongo en tensión, se pone en tensión; me hace daño, agarro su cuerpo y lo estrujo con ambas manos. Estoy drogada, soy yo el animal experimental y ella mi cirujana loca, pero estoy seducida.

Me dio a probar la fruta y comí, amenacé al cielo y al infierno con mil palabras de odio que nunca dije, olvidé mis orígenes pecadores y al final, después de todo, tuve que reencontrarme con ella dentro de esta jaula. ¿Por qué no acabas conmigo?

Me hace daño, pero mi cuerpo sólo puede sentir un terrible placer. La espalda se arquea y acabo gritando, envuelta en culpabilidad y lágrimas, hasta caer casi inerte. El abrazo mortal se afloja, ella se va.

Quiero llorar, quiero gritar, quiero suplicarle que vuelva, pero parece demasiado tarde. El dolor ha remitido y ella vuelve a su rama.

Maldita culebra.

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