lunes, 27 de abril de 2009

En algún momento...

Si hubiera sido otro momento de mi vida probablemente estaría preocupada. Quizás algo pueda ir mal, quizás esté equivocándome en algo y no quiera decirlo, quizás... las preguntas se agolparían en mi cabeza como una pelot y al final acabaría muy agobiada. Shit happens, como dirían, y no por ello he de darle más importancia de la que en realidad tiene.

Sólo quiero preocuparme por tener algo que abrazar esta noche... y tú por mirar que no esté detrás tuyo esperando a soplarte en la oreja.

Bona nit.

jueves, 23 de abril de 2009

Porque Fran me lo pide :P

¡Estoy bieeeeeeen!

domingo, 12 de abril de 2009

Neko

(Nunca he pedido la participación de 'los leyentes', pero esta vez lo haré. Me gustaría que en estas entradas de homenaje recibiera vuestros comentarios. Es algo muy importante para mí).


Me parecía difícil empezar esto por alguien, porque es toda una responsabilidad. Pensé en remontarme al principio de mi vida e ir tirando, pero con mi memoria fijo que me dejaba a alguien y luego tenía que volver sobre mis pasos; luego se me ocurrió por orden de preferencia, pero eso me haría pensar mucho y sería subjetivo y temporal, además que seguro que no se ajustaba a la realidad exacta; por último pensé a random, pero seguro que aún así habrá alguien que lo malinterprete. Si empiezo por Neko, en cambio, nadie puede decir nada.

Y sí, pequeño, por ti empiezo. Porque aunque ya no estés conmigo sigues siendo uno de los seres que más me importan y a quien más echo de menos. Más que a cualquier persona, más que cualquier cosa. Ai, mi gatito, si me dijeran de retornarte... daría mi ordenador, mi vida, daría muchísimas cosas por ti.

Empezar por ti también me quita un peso de encima, porque eres el único que me hace llorar. Hace meses que no me autocompadezco, pero a veces es escuchar tu cascabel y me entra tanta tristeza... Porque corro por los pasillos pero no eres tú el que me dejas ganar ni yo la que me esfuerzo en ganarte.

Cuando decidimos tenerte estábamos en agosto. Mi madre se resistía a tener un gato, pero yo tenía muchísimas ganas y al final cedió. Fuimos hasta la protectora y allí nos enseñaron un montón de gatos. En la jaulita estaban los tres hermanos todos cochinos, y en principio elegimos al azar a la nena pero nosotros queríamos un macho. Entre los otros dos nos quedamos con el más espabilado, el que se subía al lomo de su hermano para comer y no mancharse. ¡Menudo estaba hecho, tan pequeñito!

Era una bolita pueluda de ojos azules que no podía ni mantenerse en pie, pero cuando nos veía andar por la casa intentaba seguirnos el paso. ¡Tonto, dabas volteretas tras dos pasitos! Ya de pequeño estaba siempre bien criado, siempre en bracitos mamándonos a mi madre y a mí. Por las noches me lo colocaba en el pecho y así dormíamos los dos. Al final se acostumbró y era colocarlo ahí y ponerse a ronronear.

A las dos semanas conocí a Kai por primera vez en persona y toda su familia se quedaron prendados del pequeñín. Eso fue el finde del burjassotaku, Oni y yo hacíamos un año y a mí ya me había atropellado el camión, mis padres ya se habían separado y todo eso. Neko nació el 15 de agosto del 2006 y lo adoptamos a finales de agosto, el 30 ó 31.

El primer año de su vida, mientras yo hacía 2º Batx lo pasó rodeado de gatitos que acogíamos de la protectora durante sus primeros meses de vida para amamantarlos y que tuvieran un hogar hasta que alguien se decidiera a acogerlos. Al principio le costó mucho hacerse a la primera camada, Hipo, Dama y Mao... pero con los siguientes fue muy cariñoso. Creo que hasta le dio pena que se fueran todos, porque volvió a quedarse solo. Aunque en el fondo no le importó nada, más para él.

Cada vez que venía a Villablino lo pasaba un poco mal porque mi abuela, que no trata a los gatos como animales que pueden vivir en las mismas condiciones que un ser humano, se empeñaba en bajar al local o subir al gato a la buhardilla con los demás gatos y todos los animalejos que deben haber por ahí arriba y abajo. Una vez hizo el amago de pegarle, pero si llega a ponerle la mano encima se habría llevado un buen empujón y muuuuchos gritos. Era mi gato, eran mis reglas y la educación también corría a cuenta mía. Por las noches dejaba disimuladamente la puerta medio abierta y el gato entraba a mi cuarto y dormíamos juntos, como siempre. Creo que no puedo dormir bien porque me falta su ronroneo amoroso, ese tan característico que me daba las buenas noches. Cuando estaba con Copo Neko dormía con nosotros —o el gato dormía con nosotros o se iba al sofá— y creábamos películas de miedo con su ronroneo. Fue divertido.

Nunca he considerado que estuviera malcriado. Era un gato dócil y cariñoso que respondía tanto a las muestras de afecto como a las órdenes. Se portaba muy bien, y yo me portaba bien con él.

Cuando vine a Castellón a vivir me quería llevar a toda costa a Neko conmigo pero no fue del todo posible. Aún así sé que en el piso de Rafa en el Carmen el gato fue feliz, en la terraza persiguiendo a las palomas, como dueño del sofá rojo, tomando como suya la manta verde y todo lo que quería.

A principios de mi segundo curso conseguí un piso que permitían gatos. El piso en el que estoy ahora, de hecho. Me siento culpable por habérmelo llevado, porque siento que Castellón fue su ruina. No sé de qué manera, pero se puso enfermo por mí, por el piso, por todo. Cuando estuve de borrachera también me eché la culpa, y en el fondo creo que aunque no lo reconozco abiertamente sé que dentro de mí me reprocho no haber podido hacer nada más.

Él, por otro lado, me unió a Marina. Ella, toda voluntaria, me dejó su transportín y me acompañó al veterinario la primera vez, cuando le pusieron la sonda. Lo que une Neko no lo desunirá el tiempo, ni el espacio.

Serénate, Sara. Tienes que acabar de escribir todo esto sin disecarte.

Fue una semana horrible en la que Álex y Fran me ayudaron muchísimo. Recuerdo ese domingo que estuvo a punto de morirse en el que le pusieron el suero por primera vez. Estuve toda la noche hablándole, acostada a su lado, cambiándole los guantes que hacían de bolsas de agua caliente para que recuperara su temperatura. Nadie daba un duro por él, mi madre, el veterinario, todos me dijeron que casi no había posibilidades de que viviera. Pero yo proclamé que creía en mi gato y que tenía la sensación que viviría, y así fue.

Por la mañana Álex y Fran estaban en la puerta de mi casa, aguantaron sin inmutarse el olor a orina de gato, persona encerrada y colapso mental que había en mi cuarto después de una noche tan horrible, me sujetaron el gotero y el veterinario me dijo lo que yo ya empezaba a imaginar: había ocurrido un milagro, el gato quería vivir.

Cuando llegué a mi casa con Neko, una compañera de piso dejó caer que menuda nochecita le había hecho pasar, todo el rato hablando con el gato, que ella tenía el sueño ligero y no había podido pegar ojo. Creo que el cansancio hizo que me contuviera...

Neko poco a poco mejoraba su salud, pero el ánimo del animal era bajo. Me costó mucho que volviera a dormir conmigo, o que se tumbara en mis piernas cuando estudiaba. Su vida se tintó un poco de gris y yo me sentía culpable e intentaba mejorarle en todo lo que podía. Teníamos una conexión especial, notaba cosas en él de las que ni siquiera mi madre se cercioraba.

Un día, después de su recuperación emocional, me percaté que el gris volvía a su vida. Esta vez no esperaría, se iría al veterinario de cabeza donde se quedó ingresado. Así, con suero desde el primer momento se pondría bien... pero yo no estaba tan segura. El gato estaba nervioso con acercarse a la clínica y ni los mimos de todos los que estaban allí le animaban. Sólo cuando iba yo ronroneaba y se dejaba tocar y hacer una prueba tras otra.

A lo mejor dejarlo allí fue el problema, porque yo notaba que cada vez que iba tenía menos ganas de vivir. Le dolería, se sentiría solo, y yo egoítamente no era capaz de quedarme más de media hora. Ir a la veterinaria me dejaba tan baja de ánimos y de fuerzas que armarme para estar un ratito ya era mucho. Pero él se quedaba solo, y yo debí haberme quedado allí con él todo el tiempo que hubiera hecho falta.

Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento...

Llegó el fatídico día. El gato no mejoraba, tuve que pedir prestado dinero porque se me acabó la misma semana que cobré, mi ánimo iba a peor y Neko estaba cada día más desencantado con la vida. Ese día estaba especialmente hinchado, porque llevaba mucho suero pero su vegiga no se llenaba, los riñones habían dejado de funcionar. Estaba sufriendo y no había solución.

El papel era blanco, blanquísimo, y yo tenía que firmar ahí abajo. Todo era demasiado surreal para estar ocurriendo, no quería firmar. Sólo quería que alguien llegara y me diera un fuerte abrazo, pero nadie respondió a mis llamadas. Nadie. Tumbé a Neko en la camillita y le cubrí con mis brazos, con mi cuerpo. Intentaba darle calor, y se puso a ronronear. Quería decirme que no me preocupara, que estuviera bien, que no llorara. Intentó hacerse el valiente conmigo mientras yo frivolizaba con su vida en un cacho de papel. ¿No te cansabas de ser mi héroe?

Lloré mucho antes de poder alejarme de él. No quería que me viera así, no quería que fuera él el fuerte y yo la débil, y tampoco quería que leyera mi mente y supiera lo que iba a ocurrirle, pero creo que desde el momento en que me dieron esa maldita hoja de papel lo sabía, y lo tenía asumido.

Soy una egoísta por llorar aún por él, pero le quería tanto... Le quiero tantísimo.

Le hice una promesa cuando se puso malito la primera vez: si se recuperaba me compraría un collar igual al suyo, pero si se moría el collar sería mío. Y ahora es mío, lo llevo colgado al cuello porque su sonido a veces es Neko que viene a reconfortarme.

Cuando me pasa algo echo mano de él, para que me apoye. Porque nadie más estará ahí cuando le necesite, pero tú, estés donde estés, vivirás conmigo para siempre.

Te quiero.









Neko, he de confesarte algo. En el fondo, pase lo que pase, tú no estarás nunca muerto hasta que no me muera yo, porque tú sigues ahí dentro de mí corazón.

Homenaje. Cara a cara

Yo me quería ir a dormir ya, porque consideraba que las 4 de la mañana era una hora más que recomendable para echar una cabezadita o se me juntaría el día con la noche, pero una vez en horizontal me ha sido imposible conciliar el sueño. La punta de mi nariz estaba demasiado fría, mis pies tampoco consiguen una temperatura adecuada para relajarme y la música, aunque relajada, ha hecho que la parte del cerebro que intento mantener apagada se encienda.

Esta vez no ha sido nada muy malo, se me ocurrió que habían sido muchas personas las que habían pasado por mi vida, y que quizás algún día no las recordara todas. ¿Por qué no acordarme de ellas, entonces, una a una?

Por eso he decidido despertar del todo e intentar empezar un homenaje a todas las personas que, si me acuerdo, han pasado por mi pequeña existencia. ¿Y por qué? Porque, en parte, son o fueron importantes.

¿No es suficiente?

viernes, 10 de abril de 2009

Manta

El cielo empezaba a oscurecerse. Hoy hacía un poco más de fresquito que los demás días y encendí la calefacción. El oscuro parqué se calentó en seguida y el gato bajó a arrullarse entre mis piernas. Se ve que me echaba de menos en el sofá.
Le cogí en brazos. Su pelo negro brillaba a la luz de la lámpara del estudio, y ambos miramos hacia fuera. Desde el fondo de su pechito surgieron unos murmullos, estábamos ronroneando frente al balcón mientras una finísima lluvia empezaba a manchar los cristales.

Me acerqué al reproductor y le di al play. Saliera lo que saliera, estaría de acuerdo con escucharlo. Me dejé caer en el sofá y nos tapamos. Zero sacó la cabeza fuera de la mantita y se acurrucó en mi barriga. Junto a mí había una mesita pequeña que normalmente utilizamos para comer llena de papeles, un libro, el mando de la mini cadena y un té.

Soko llenó la sala con su acento inglés afrancesado. Miré alrededor, como reconociendo por primera vez lo que me rodeaba. Lo que debía ser el salón de la casa se había transformado en un curioso estudio muy acogedor. Habíamos llenado las paredes de libros de todo tipo, llegando casi al extremo del horror vacuii que tanto caracteriza al barroco. A cada extremo de la habitación se encontraban los dos hemisferios de un mismo mundo, con su mesa de trabajo. Y en el medio estaba el sofá, el ecuador, el lugar en el que a veces pasábamos la mayoría del tiempo.

En un lado, mi lado, había enormes libros apilados, un ordenador con el salvapantallas puesto y muchos papeles ordenados siguiendo un principio fundamental: la mesa, por grande o pequeña que sea, debe procurar estar ocupada en su totalidad. La silla también estaba recubierta por una manta verde muy cantarina, la manta preferida de Zero. La pared frente al escritorio estaba llena de dibujos firmados, donde una chica, un chico y un gato negro intercalaban escenas entre absurdas, cariñosas y extrañas.

Al otro lado, su lado, delante del ordenador apagado había una tableta de dibujo y un par de libros más o menos distribuidos por la ley del caos. La superficie estaba dibujada con permanente por un montón de personas con estilos diferentes. La pared de en frente estaba recubierta por muchos cartelitos y post-it de colores y letras variadas, firmados por Mer².

La música cambió, sonaba Baloo con su filosofía de vida, SOAD f*cking the system y Beethoven. Apagué la luz para probar a mi mente e hice el mismo recorrido con la mente. Y fui más allá. Tras la puerta del salón estaba el recibidor, centro neurálgico de toda la casa. Recto se encontraba la cocina, más o menos grande, con sus muebles oscuros, la escoba junto a la puerta y los platos de la comida aún sin fregar. En un rinconcito había una puerta, y tras ésta había una pequeña salita enmoquetada con pufs y cojines. A un lado había un mueble con portezuelas donde se escondía la televisión, un par de consolas y algunas películas y juegos originales. Las paredes lucían pósters de películas y juegos enmarcados. Él acostumbraba a llamarla la Sala de los vicios, pero yo prefería el nombre de Sala del proyector, porque no sonaba tan erótico.

Desde el recibidor llegabas al baño, uno de los lugares más relajantes de toda la casa. Junto a la bañera había sales de baño y velitas. También allí estaba colocada una mesita de manera estratégica para dejar las lecturas o las bolsas de pipas en los momentos de relax. Dos cepillos de dientes, fundas de gafas, un cepillo para el pelo.

Por último, el dormitorio. Mi imaginación llegó allí más tarde, quizá porque era el lugar más desordenado y personal de la casa. En una silla a la izquierda se amontonaba ropa de él y ropa de ella; la cama estaba sin hacer, porque una de las reglas primordiales era que a veces era innecesario hacer la cama, porque al fin y al cabo la desharías en unas horas. Las sábanas eran negras y blancas y las paredes burdeos —habíamos pasado horas enteras discutiendo si el color burdeos se podía o no considerar un color— con cuadros que hacía años había pintado mi abuela, una herencia muy preciada. Los despertadores parpadeaban en las mesillas de noche y junto a una de ellas estaba el pijama tirado en el suelo.

En mi cabeza se abrió la puerta de la calle en silencio. Tenacious D regalaba su voz en directo a través de los altavoces y yo me relajé un poco más. Zero giró un poco en la cabeza, pero estaba demasiado ocupado durmiéndose que ni se inmutó.
Unos pasos descalzos se deslizaron por el suelo, la sombra negra que era el gato se levantó con el rabo erguido y como recompensa recibió una cariñosa caricia. Noté unos labios posándose en mi frente, permanecieron ahí unos instantes y luego una mano helada alzó mi barbilla. Sus labios me besaron, y cuando se separaban yo le apreté contra mí y le robé otro beso, y otro.

Le quité el gorro con una mano e introduje mis dedos entre su cabello. Era tan suave todo él que no hubiera podido dejar de acariciarle. El sofá estaba abierto y era ancho, por lo que se pudo tumbar a mi lado. Le tapé con la mantita y Zero se colocó en medio, ronroneando tan fuerte que ahogaba cualquier otro sonido en el estudio.
Con esto mi vida ya puede darse por autor realizada, pensé.

Ya podría dormir.

Villablino

Hace muchos años que nos conocemos ya. ¿Tantos? Deben ser ya siete... y creo que en estos tres años de blog tampoco te he mencionado ni una sola vez. ¿Por qué? Pues porque no lo sé, pero aprovecho y lo hago ahora.

Por ese concierto de Sergio Dalma, los días en el ciber, todas las palizas que nos hemos pegado hablando, las veces que reímos a carcajadas o las que nos hemos aguantado las lágrimas. ¡Dónde estarán esas fotos de despedidas!

Y ahora te recuerdo con una foto y una cara. ¡Por ti, Michi! =D.





Jmjmjmjm, mañana a la Kelti a cenar.

jueves, 9 de abril de 2009

Screen 'party'

No sabía qué hacer esta noche, y Marina me ha iluminado con su sonrisa un rato. Te voy a echar mucho de menos cuando esté en EEUU, y te voy a echar más de menos cuando te vayas de Castellón. Eres una de las personas que más quiero, Marinita ^^^.

¿Qué haré cuando no pueda compartir momentos como estos contigo?



lunes, 6 de abril de 2009

Bare necessities

:D

Gerald McBoing-Boing

Este cortometraje realizado por Robert Cannon en 1951 es en realidad una historia para ser difundida en forma de disco para niños. Disfrutad, porque realmente lo vale.

domingo, 5 de abril de 2009

My gratitude

He de agradecer a muuuchas personas muuuchas cosas, y a ello voy.

Lo primero de todo, llevo unos días que me he dado cuenta que la cantidad de comentarios ha aumentado —cosa que jamás ha tenido importancia, pero me he percatado de ello—. Eso no quiere decir que esta modesta página de pensamientos haya más o menos gente que lea, sino que se interesa por interactuar. Gracias por molestaros en dejar una huella implícita en un cachito de mí, porque de verdad me anima a seguir escribiendo. Parece que después de unos cuantos años plasmando cosas en la red voy a tener mi pequeña audiencia. Y oye, eso siempre anima.

Luego quiero contar una pequeña anécdota para explicar el siguiente agradecimiento, porque me puedo oler que si no lo hago será muy fácil tacharme de pelotismo, y no lo soy. Al final se cansa una de que la llamen pelota porque se interese por las personas, más allá de la condición en la que se se relacionen conmigo, en el sentido 'oficial' de la palabra.

El otro día antes de entrar a la clase de traducción vino un compañero de francés —mi grupo, en realidad— y me dijo que habían estado mirando mi blog, porque cuando hice un pequeño examen de traducción lo colgué aquí, y se ve que en el buscador salió. La verdad es que aún no lo he investigado, pero tampoco me importa... fue una coincidencia bonita y curiosa.

Y gracias, María, por interesarte y sacar un ratito de tu tiempo para leer un montón de letras aglutinadas, porque todas esas letras significan mucho para mí. Y tú, como persona, también, porque eres desprendida y buena persona, y porque siempre tienes ganas para hacer cosas y una sonrisa con la que iluminarnos a todos.

En serio, gracias.

jueves, 2 de abril de 2009

Real world (?)

— Hay dos tipos de personas en esta vida —dijo mi compañera—: los que te entienden y los que no te entienden. Claro está, habrá con quien conectes al instante y con los que el tiempo te haga comprender. Pero de un modo u otro, esa conexión existe. En cambio, con los contrarios por muchos miles de millones de años que pasen no conectarás. ¿No crees?

Ante sus palabras me quedé parada. ¿Sería así? No tenía ganas de pensar.

— Pues no lo sé. Quizá tengas razón.
— ¿Crees que entre nosotras hay ese entendimiento?
— Bueno... supongo que sí. Si no, quizás no estuviéramos aquí, juntas.
— En realidad, según mi teoría también puede existir la pareja que se casa y, un día después de muchos años, se da cuenta que por mucho que se quieran no se entienden. Y yo quiero que tú me entiendas, Irina. Debe ser horroroso levantarse un día y darse cuenta, así a las bravas, que esa persona jamás ha entendido una palabra de lo que dices.

Guardé silencio. Sí, es horroroso. Hacía dos días y medio que había tenido esa misma sensación.



Me desperté a media noche, con la cabeza aún embotada por la copichuela de más que nos tomamos en el pub de la esquina. Mi boca pedía agua, mi cabeza silencio, y mi cuerpo descanso, pero nada conseguí: nos habían cortado el agua por impago de las facturas, las charlas y la música del botellón impedían el silencio y era imposible cerrar la ventana del cuarto por el calor bochornoso de verano. Todas estas variables hacían imposible el descanso.

Aún así me puse en pie y vagué unos pasos que parecían eternidades. La luz de la farola y el cartel rojo y azul enfrente de mi fachada. Yo le había insistido para dormir en la habitación más alejada de la calle, la que daba al patio interior, pero a él le relajaban las luces de neón intermitentes del enorme cartel. Cada uno tiene sus manías y yo acabé cediendo, aunque empezara a tener jaquecas más a menudo por maldormir. Bueno, aún me quedaba el consuelo de que la habitación estaba lo suficientemente iluminada como para no tropezar, ni siquiera con el movedizo velo que se había posado en mis ojos a causa de la borrachera.

Miré hacia la cama unos instantes antes de salir de la habitación y allí estaba, su cuerpo tibio encima de las sábanas, desnudo. En ese instante sentí un crack, igual que si hubieran roto un huevo sobre mi cabeza y al tocarme el pelo húmedo me hubiera dado cuenta que no era el huevo de oro, sino otro huevo más y la oscuridad desapareciera así del nublado entendimiento humano. Él no entendía sus palabras, sus sueños, sus manías y sus sentimientos. Y ella tampoco los de esa persona que había acompañado sus noches, sus risas y sus gozos. Era un hombre totalmente desconocido para ella.

Sin darme cuenta me senté en una silla plagada de ropa-de-día-anterior y agarré sin levantarme un cigarrillo de la mesita de aquél hombre desconocido. Jamás había fumado, y en la primera calada me atraganté con el humo, pero prescindí de toser. ¿Qué hacía yo allí?



¿...Qué hacía yo allí?

Esa pregunta resonó de nuevo en mi oído interior y salí del ensimismamiento.

— Quizá si no estuviéramos condenadas a entendernos no nos hubiéramos conocido tan de repente, Izumi.

Con un gesto inconsciente agarré otro cigarrillo. Desde aquella noche no había parado de fumar. De hecho, fue así como conocí a Izumi, estudiante becada en España, pidiéndole un pitillo. Y ella no fumaba, pero por casualidad tenía un paquete de su ex novio en el bolso y me lo regaló.

— ¿Todo el paquete? Yo sólo quiero uno...
— Tranquila, yo no fumo. El cretino de mi ex se lo dejó aquí y no volvió.
— Yo también acabo de dejarlo con mi novio. Bueno, él no sabe aún que le he dejado, me he ido sin más de mi propia casa.
— ¿Y no tienes a nadie?

Reflexioné unos instantes, aunque no sabía para qué, porque la respuesta era obvia: — No.

— Mi sofá es cómodo y mis compañeros de piso nunca rechistan si hay visita. Es tarde.

No hubo más palabras entre nosotras. Me llevó hasta un pequeño pisito céntrico y allí me dejé morir. No recuerdo nada hasta la mañana siguiente -sólo unas horas más tarde- cuando me desperté con el cuello dolorido en un sofá demasiado pequeño de piel sintética de leopardo y una pequeña japonesa mirándome sin pestañear. Parecían que todo lo habían encongido a tamaño infantil, como una también pequeña broma. Pequeño, pequeño, pequeño.

Iba a preguntar «¿qué hago aquí?», pero recordé que mi abuela, instantes antes de morir, me recomendó que no lo hiciera jamás, parafraseando un trozo de una película que le encantaba: «después de todo, mañana será otro día». Ella —ni nadie, para ser sinceros— se imaginaba que esos serían sus últimos instantes viva, pero nos sobrepusimos. A ella también se la llevó el viento, como a la película. O no... creo que en realidad lo leí en la parte trasera de una de las bolsitas de azúcar que reparten en los bares con el café.

El hecho es que la miré lo más enfocada que pude a través de las legañas matutinas, carraspeé para afinarme la voz, como lo hacen los grandes conferenciantes antes de empezar a hablar, y dije:

— Qué camiseta tan genial llevas. ¿Dónde la has comprado?
— Era de un compañero de piso, me la quedé.
— Oh, buen plan para conquistar el mundo.

Café, café, café

He empezado el día horriblemente cansada. Bueno, se ha juntado el final del día con el principio del siguiente, como casi siempre estos días. Y a veces no sé si prefiero eso o tener esas asquerosas pesadillas.

De todos modos, esta vez no he empalmado por placer, sino porque tenía que corregir millones de páginas. Me parece asombroso que un profesor —aunque sea de ciencias, por mucho que sepa utilizar los números habla y escribe día a día— escriba cosas como zero. Ya no hablo de sobretodos, por supuesto... esa es una falta típica. ¿¡Pero no saber escribir un puto número!?

En general todo su contenido es interesante si tenemos en cuenta que habla desde un punto más que subjetivo, mega subjetivo, subjetivísimo, lo más subjetivo, pero no entiendo cómo hay gente que desea considerarse escritor si ni siquiera se ha molestado en aprenderse la gramática de su lengua materna.

En cuanto a esto, ayer tuve una conversación interesante con otra persona que se consideró un escritor y me retó a encontrarle faltas de ortografía en un texto suyo. Cuando llegué a las tres o cuatro faltas el hombre argumentó que crear, es decir, ser escritor, no tiene nada que ver con las tildes, las b o h que utilices... pero lo siento, yo sigo discrepando. Todo es un juego con reglas, tú puedes saltarte algunas, pero hay otras básicas y demasiado obvias. Sonará poético, pero no puedes jugar con las palabras cuando no las conoces del todo.