domingo, 12 de abril de 2009

Neko

(Nunca he pedido la participación de 'los leyentes', pero esta vez lo haré. Me gustaría que en estas entradas de homenaje recibiera vuestros comentarios. Es algo muy importante para mí).


Me parecía difícil empezar esto por alguien, porque es toda una responsabilidad. Pensé en remontarme al principio de mi vida e ir tirando, pero con mi memoria fijo que me dejaba a alguien y luego tenía que volver sobre mis pasos; luego se me ocurrió por orden de preferencia, pero eso me haría pensar mucho y sería subjetivo y temporal, además que seguro que no se ajustaba a la realidad exacta; por último pensé a random, pero seguro que aún así habrá alguien que lo malinterprete. Si empiezo por Neko, en cambio, nadie puede decir nada.

Y sí, pequeño, por ti empiezo. Porque aunque ya no estés conmigo sigues siendo uno de los seres que más me importan y a quien más echo de menos. Más que a cualquier persona, más que cualquier cosa. Ai, mi gatito, si me dijeran de retornarte... daría mi ordenador, mi vida, daría muchísimas cosas por ti.

Empezar por ti también me quita un peso de encima, porque eres el único que me hace llorar. Hace meses que no me autocompadezco, pero a veces es escuchar tu cascabel y me entra tanta tristeza... Porque corro por los pasillos pero no eres tú el que me dejas ganar ni yo la que me esfuerzo en ganarte.

Cuando decidimos tenerte estábamos en agosto. Mi madre se resistía a tener un gato, pero yo tenía muchísimas ganas y al final cedió. Fuimos hasta la protectora y allí nos enseñaron un montón de gatos. En la jaulita estaban los tres hermanos todos cochinos, y en principio elegimos al azar a la nena pero nosotros queríamos un macho. Entre los otros dos nos quedamos con el más espabilado, el que se subía al lomo de su hermano para comer y no mancharse. ¡Menudo estaba hecho, tan pequeñito!

Era una bolita pueluda de ojos azules que no podía ni mantenerse en pie, pero cuando nos veía andar por la casa intentaba seguirnos el paso. ¡Tonto, dabas volteretas tras dos pasitos! Ya de pequeño estaba siempre bien criado, siempre en bracitos mamándonos a mi madre y a mí. Por las noches me lo colocaba en el pecho y así dormíamos los dos. Al final se acostumbró y era colocarlo ahí y ponerse a ronronear.

A las dos semanas conocí a Kai por primera vez en persona y toda su familia se quedaron prendados del pequeñín. Eso fue el finde del burjassotaku, Oni y yo hacíamos un año y a mí ya me había atropellado el camión, mis padres ya se habían separado y todo eso. Neko nació el 15 de agosto del 2006 y lo adoptamos a finales de agosto, el 30 ó 31.

El primer año de su vida, mientras yo hacía 2º Batx lo pasó rodeado de gatitos que acogíamos de la protectora durante sus primeros meses de vida para amamantarlos y que tuvieran un hogar hasta que alguien se decidiera a acogerlos. Al principio le costó mucho hacerse a la primera camada, Hipo, Dama y Mao... pero con los siguientes fue muy cariñoso. Creo que hasta le dio pena que se fueran todos, porque volvió a quedarse solo. Aunque en el fondo no le importó nada, más para él.

Cada vez que venía a Villablino lo pasaba un poco mal porque mi abuela, que no trata a los gatos como animales que pueden vivir en las mismas condiciones que un ser humano, se empeñaba en bajar al local o subir al gato a la buhardilla con los demás gatos y todos los animalejos que deben haber por ahí arriba y abajo. Una vez hizo el amago de pegarle, pero si llega a ponerle la mano encima se habría llevado un buen empujón y muuuuchos gritos. Era mi gato, eran mis reglas y la educación también corría a cuenta mía. Por las noches dejaba disimuladamente la puerta medio abierta y el gato entraba a mi cuarto y dormíamos juntos, como siempre. Creo que no puedo dormir bien porque me falta su ronroneo amoroso, ese tan característico que me daba las buenas noches. Cuando estaba con Copo Neko dormía con nosotros —o el gato dormía con nosotros o se iba al sofá— y creábamos películas de miedo con su ronroneo. Fue divertido.

Nunca he considerado que estuviera malcriado. Era un gato dócil y cariñoso que respondía tanto a las muestras de afecto como a las órdenes. Se portaba muy bien, y yo me portaba bien con él.

Cuando vine a Castellón a vivir me quería llevar a toda costa a Neko conmigo pero no fue del todo posible. Aún así sé que en el piso de Rafa en el Carmen el gato fue feliz, en la terraza persiguiendo a las palomas, como dueño del sofá rojo, tomando como suya la manta verde y todo lo que quería.

A principios de mi segundo curso conseguí un piso que permitían gatos. El piso en el que estoy ahora, de hecho. Me siento culpable por habérmelo llevado, porque siento que Castellón fue su ruina. No sé de qué manera, pero se puso enfermo por mí, por el piso, por todo. Cuando estuve de borrachera también me eché la culpa, y en el fondo creo que aunque no lo reconozco abiertamente sé que dentro de mí me reprocho no haber podido hacer nada más.

Él, por otro lado, me unió a Marina. Ella, toda voluntaria, me dejó su transportín y me acompañó al veterinario la primera vez, cuando le pusieron la sonda. Lo que une Neko no lo desunirá el tiempo, ni el espacio.

Serénate, Sara. Tienes que acabar de escribir todo esto sin disecarte.

Fue una semana horrible en la que Álex y Fran me ayudaron muchísimo. Recuerdo ese domingo que estuvo a punto de morirse en el que le pusieron el suero por primera vez. Estuve toda la noche hablándole, acostada a su lado, cambiándole los guantes que hacían de bolsas de agua caliente para que recuperara su temperatura. Nadie daba un duro por él, mi madre, el veterinario, todos me dijeron que casi no había posibilidades de que viviera. Pero yo proclamé que creía en mi gato y que tenía la sensación que viviría, y así fue.

Por la mañana Álex y Fran estaban en la puerta de mi casa, aguantaron sin inmutarse el olor a orina de gato, persona encerrada y colapso mental que había en mi cuarto después de una noche tan horrible, me sujetaron el gotero y el veterinario me dijo lo que yo ya empezaba a imaginar: había ocurrido un milagro, el gato quería vivir.

Cuando llegué a mi casa con Neko, una compañera de piso dejó caer que menuda nochecita le había hecho pasar, todo el rato hablando con el gato, que ella tenía el sueño ligero y no había podido pegar ojo. Creo que el cansancio hizo que me contuviera...

Neko poco a poco mejoraba su salud, pero el ánimo del animal era bajo. Me costó mucho que volviera a dormir conmigo, o que se tumbara en mis piernas cuando estudiaba. Su vida se tintó un poco de gris y yo me sentía culpable e intentaba mejorarle en todo lo que podía. Teníamos una conexión especial, notaba cosas en él de las que ni siquiera mi madre se cercioraba.

Un día, después de su recuperación emocional, me percaté que el gris volvía a su vida. Esta vez no esperaría, se iría al veterinario de cabeza donde se quedó ingresado. Así, con suero desde el primer momento se pondría bien... pero yo no estaba tan segura. El gato estaba nervioso con acercarse a la clínica y ni los mimos de todos los que estaban allí le animaban. Sólo cuando iba yo ronroneaba y se dejaba tocar y hacer una prueba tras otra.

A lo mejor dejarlo allí fue el problema, porque yo notaba que cada vez que iba tenía menos ganas de vivir. Le dolería, se sentiría solo, y yo egoítamente no era capaz de quedarme más de media hora. Ir a la veterinaria me dejaba tan baja de ánimos y de fuerzas que armarme para estar un ratito ya era mucho. Pero él se quedaba solo, y yo debí haberme quedado allí con él todo el tiempo que hubiera hecho falta.

Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento...

Llegó el fatídico día. El gato no mejoraba, tuve que pedir prestado dinero porque se me acabó la misma semana que cobré, mi ánimo iba a peor y Neko estaba cada día más desencantado con la vida. Ese día estaba especialmente hinchado, porque llevaba mucho suero pero su vegiga no se llenaba, los riñones habían dejado de funcionar. Estaba sufriendo y no había solución.

El papel era blanco, blanquísimo, y yo tenía que firmar ahí abajo. Todo era demasiado surreal para estar ocurriendo, no quería firmar. Sólo quería que alguien llegara y me diera un fuerte abrazo, pero nadie respondió a mis llamadas. Nadie. Tumbé a Neko en la camillita y le cubrí con mis brazos, con mi cuerpo. Intentaba darle calor, y se puso a ronronear. Quería decirme que no me preocupara, que estuviera bien, que no llorara. Intentó hacerse el valiente conmigo mientras yo frivolizaba con su vida en un cacho de papel. ¿No te cansabas de ser mi héroe?

Lloré mucho antes de poder alejarme de él. No quería que me viera así, no quería que fuera él el fuerte y yo la débil, y tampoco quería que leyera mi mente y supiera lo que iba a ocurrirle, pero creo que desde el momento en que me dieron esa maldita hoja de papel lo sabía, y lo tenía asumido.

Soy una egoísta por llorar aún por él, pero le quería tanto... Le quiero tantísimo.

Le hice una promesa cuando se puso malito la primera vez: si se recuperaba me compraría un collar igual al suyo, pero si se moría el collar sería mío. Y ahora es mío, lo llevo colgado al cuello porque su sonido a veces es Neko que viene a reconfortarme.

Cuando me pasa algo echo mano de él, para que me apoye. Porque nadie más estará ahí cuando le necesite, pero tú, estés donde estés, vivirás conmigo para siempre.

Te quiero.









Neko, he de confesarte algo. En el fondo, pase lo que pase, tú no estarás nunca muerto hasta que no me muera yo, porque tú sigues ahí dentro de mí corazón.

2 comentarios:

Matías Arjona dijo...

En mi distancia, es difícil y simple a la vez decir algo. Todas las palabras que dicen hacen justicia, Neko no era una mascota para ti, era mucho mas que eso, era un compañero, un compañero que te acompañaba en la soledad, en la tristeza y alegría de tus días en Marines y en Castellon. Siempre hablabas de él con el orgullo que tiene una madre al hablar de su hijo, desde la distancia se te notaba como sonreías distinto cuando te interrumpía, como hablabas y como te alegrabas cuando estaba contigo en Castellon, daban ganas de conocer al gato. Creo que eso lo dije muchas veces. Simplemente se notaba lo importante que era para ti.

La muerte, el acontecimiento más importante de la vida, deja como siempre sus huellas, el recuerdo, donde vive todo y se revitaliza entremedio de la melancolía y la alegría. No me cabe duda, que en tu recuerdo vivirá siempre. Pero la vida y sus condiciones no pueden ser más claras. La conexión que tenias con él es la de quien cría a alguien y le cuida, la gratitud del alma se ve en cada acto, cada suceso que realizan entre ambos. Lo cierto es que ambos se cuidaban, se querían y se ayudaban.

Lamente mucho la perdida de Neko, a pesar de no haberlo visto nunca, ni haberlo palpado, pero tus solas palabras hacia él criaban la imagen de una relación hermosa. Lamento también, no haberte podido ayudar, ni estar ahí, mis palabras, solo eso te pude dar mientras el pequeño iba en la transición a su destino.

Pero dentro de todo, alégrate por haber podido tener una relación tan sana, tan pura con otra persona, ya que el termino animal, creo que no se aplica en esto. Alégrate por haber tenido un compañero fiel y un ejemplo de espíritu generoso. Aferrate a la alegría de haber sido afortunada al tenerle, aferrate a los sentimientos, para no dejarlo morir en los recuerdos.

.:. Yo .:. dijo...

Es ley de vida. Unos van, otros vienen. Pero tambien es cierto que algunos aunque se hayan ido, siempre estaran ahi.
Vivos en tu recuerdo y tu corazon. Sinceramente, nunca se me dieron bien estos temas y casi siempre intento evitar hablar de ellos... asi que no se que decirte.

Me parece una bonita entrada, para Neko, estoy seguro de que él está orgulloso de ti, tanto como tú de él.

Pero ya sabes que si necesitas algo, puedes contar conmigo.