domingo, 16 de noviembre de 2008

32 Lingshan

32


Tú dices que has terminado de contar tu historia, como si fuera el veneno de la serpiente qi, excepción hecha de la vulgaridad y la fealdad. Es preferible para ti escuchar historias de mujeres o historias que las mujeres cuentan a los hombres.

Ella dice que no sabe contar historias, que no es como tú que puedes hablar a tontas y locas. Lo que ella desea es la verdad, una verdad sin afeites.

La verdad de las mujeres.

¿Por qué la verdad de las mujeres?

Porque la verdad de los hombres no es la de las mujeres.

Eres cada vez más extraño.

¿Por qué?

Porque has conseguido lo que querías y a vosotros, los hombres, todo lo que conseguís os deja de interesar.

Pues bien, ¿reconoces también que, aparte del mundo de los hombres, existe el mundo de las mujeres?

No hables de mujeres conmigo.

¿De qué, entonces?

Habla de tu infancia, habla de ti.

Ella no quiere ya escuchar tus historias, quiere conocer tu pasado, tu infancia, a tu madre, a tu viejo abuelo, incluso los detalles más íntimos, tus recuerdos cuando estabas aún en la cuna, quiere saberlo todo sobre ti, sobre tus sentimientos más secretos. Tú dices que ya lo has olvidado todo. Pues ella quiere precisamente ayudarte a recuperar tus recuerdos, a recordar los hechos y las gentes que tú has olvidado, quiere callejear contigo en tu memoria, penetrar en lo más recóndito de tu alma, revivir contigo tu vida pasada.

Tú dices que lo que ella quiere es poseer tu alma. Ella responde que eso es, no quiere poseer sólo tu cuerpo, te quiere todo entero, por medio de tu voz quiere entrar en tu memoria, hacer suyos tus recuerdos, penetrar en los entresijos de tu alma, jugar con tu imaginción, quiere convertirse en tu alma.

Eres una verdadera hechicera, dices tú. Ella dice que eso es, que quiere convertirse en tus prolongaciones nerviosas, quiere que tú te sirvas de sus dedos para tocar, de sus ojos para ver, que construyas con ella sueños, que subáis juntos a la Montaña del Alma, quiere contemplar tu entera alma desde la cumbre de esa montaña, incluidos por supuesto los más recónditos entresijos de tu ser, los secretos más inconfesables. Con crueldad, dice que incluso no debes esconderle tus pecados, quiere verlo todo a la luz del día.

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