domingo, 16 de noviembre de 2008

Atea

Hoy soy irracional, hoy creí que lo más trágico que podía pasar era no cenar, y en cambio he perdido dos amigos porque sigo siendo una irracional. Y en esto no hay marcha atrás, no hasta que esas personas me demuestren.

Venía con el ánimo puesto en las ganas que tenía de ser sincera con alguien, sentir vergüenza y que ese ser pudiera juzgarme, perdonarme y respetar lo que realmente soy, poder sentir un abrazo sincero. Tenía ganas de abrir una herida que hiciera salir toda la pus que llevo años recogiendo. Quería que las velas y el incienso penetraran en la tranquilidad que me había infundido todo el fin de semana y poder empezar una etapa diferente.

¿Por qué no me importa todo un carajo? ¿Por qué intento confiar en las personas? Ellas no hacen las cosas mal, yo espero algo. Es que no quiero ser fuerte, quiero que me demuestren que existe una posibilidad de confianza, que después de todo soy algo más que un amigo secundario. Quiero un abrazo sincero, no tener que rogar que alguien se quede aquí una sola noche a hacerme compañía. ¿Quién vela por el terror nocturno que me azota todas las noches?

Yo no necesito ser un niño para creer en los monstruos que hay dentro de mi cabeza, esos que se manifiestan porque estoy sola, y no sólo en el plano físico, sino también en el mental. Porque los amigos, la gente que me importan algo se juntan entre ellos y me dan la espalda.

Bien, no hay más esfuerzos que terminen en lágrimas. No hay más nada. Ellos han quedado, pero yo esta no la olvido.

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