martes, 3 de febrero de 2009

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Los copos caen lentos detrás de la ventana. Hace un rato el viento hacía que los pequeños granitos blancos danzaran a un paso desenfrenado, pero todo ha cambiado.

Sentada en el alféizar de una ventana medio empañada escucho el ronroneo de una bola de pelo. Sus ojos abiertos miran al mismo vacío que el que yo contemplo. ¿Pero qué ve él en realidad, qué siente? Le abrazo, le abrazo fuerte y el animal siente que ha de estar ahí y se deja. ¿Cuánto hace que no le doy un abrazo a alguien conocido?

Detrás de esa ventana hay un mundo, y detrás de mis sueños, a un océano de distancia, está todo lo que momentáneamente dejaré atrás. Pero el calor del cuerpo de esta bola de pelo me recuerda al instante en el que salió de la caja, con su lacito rojo al cuello. Para que nunca me olvidara de un cálido abrazo cuando estuviera en un nuevo mundo hostil.

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