sábado, 11 de octubre de 2008

No title

Estoy tumbada, sin sentido de lo real, en mi cama. La oscuridad es tan terrible que la palpo al alargar la mano. Está suavecita y fría, con lo que la cama es, por un lado, el lugar más apetecible en el que estar.

¿Pero qué me ha pasado? La vida se ha puesto a correr en círculos, y donde empieza vuelve a morir en un bucle infinito. Aquello que debía reflejar cariño sólo es portador de dolor y daño. ¿Y entonces dónde está la alegría?

Llevo un tiempo esperando que la oscuridad del cuarto se despeje para darle al interruptor y ver la luz de nuevo. ¿Cuánto puedo aguantar así, si cada vez que estoy bien contigo me estoy clavando un puñetazo en el corazón? Tú no quieres ser lo que yo conocía, y yo no quiero ver en lo que te has convertido. Más dolor, parece que con todo esto lo único que haga es buscar más dolor.

Los demás son capaces de cortar la planta de raíz, a lo mejor sí estaba equivocada y lo único que he estado haciendo toda mi vida es equivocarme, una vez tras otra. ¿Por qué no pensar que en realidad es todo así? La oscuridad en la que estoy sumida es luz, y yo estoy buscando apagarla. Tiene tanto sentido como lo anterior.

El cascabel de un gato se escucha de fondo. ¿Estás ahí? ¿Hay alguien contigo? Dile que no encuentro la salida, que llegado un punto todos necesitamos un poco de ayuda. Oye, sálvame...

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