viernes, 19 de septiembre de 2008

Friends

Por fin he caído en la cuenta. Una piedra ha agujereado finalmente el cráneo duro, del cual van entrando las verdades y saliendo las ideas e ilusiones. Así son las cosas, inexactas y siempre, siempre, dolorosas.

Puede que mi blog sea un poco aborrecible, pero tengo que soltar todo lo que llevo dentro, porque este es el momento o estallaré. Tanto las cosas buenas como las malas, tanto las pasadas como las futuras, intentaré dejar mi huella en algún espacio en el que realmente nadie vaya a oírme. Mis quejidos se quedarán aquí, y así podré empezar a ser normal para los demás, sobre todo para los que están esperando que lo sea. Sólo quiero que todo se arregle, tanto dentro como fuera de mí.

Y si tiene final feliz... tanto mejor. Pero el final no me incumbe hoy.

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La habitación estaba oscura, y la verdad es que así era mejor. Dejamos volas nuestras ganas de desaparecer juntos por el espacio, y ahora hacíamos un descanso. Juntos. Era una ciega que podía ver tus ojos brillantes, a los que miraba con recelo, como si hubiera algo en su interior que no hubiera llegado a descubrir y tuviera que seguir investigando toda la vida. Era tu armonía de colores, de formas, de calor lo que me hacía acercarme a ti y no dejar desperdiciar ni un hálito tuyo.

Aunque las palabras sobraban, el eco que dejaban nuestras voces hablando bajito nos reconfortaba. No es necesario recordar las palabras exactas para saber que el contenido era amable y suave como un caricia. Nuestros brazos danzaban solos de manera extraña y todo era tan perfecto... tanto que mis ojos sin previo aviso se llenaron de lágrimas, de enormes lágrimas de felicidad. Había encontrado con quien pasar mis ratos aquí y allá, a quien amar hasta que se me deshiciera el corazón en el pecho. Era feliz y lloraba porque había algo tan grande y expansivo dentro de este gran cuerpo que estaba rebosando los límites de todo lo imaginable.



Está bien soñar.

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