martes, 19 de agosto de 2008

-11

Esta entrada a lo mejor tiene un poco de trampa, porque es la 1 de la mañana y ya la cuento como un -11, pero tampoco sé si voy a tener mucho tiempo para escribir durante el día.

Hemos estado hablando un buen rato, quizá llegue a horaS enganchados. Entiendo que haya podido estar nervioso por algunos temas estudiantiles, septiembre le tiene los pelos de gallina. Como yo también soy una quisquillosa con los exámenes lo entiendo bien, aunque creo que me gustaría que me lo hubiera dicho. Quizá fuera porque no ha caído, o puede que haya sido por no querer preocuparme, o por no echar más tierra encima, o porque no consideraba necesario contármelo. Ahora cuando me he enterado le puedo entender un poco más, obviamente, pero me jode haber estado un poco ciega con ello. A veces sólo pediría que me dejaran actuar sólo a mí, arreglar el mundo sola como si tuviera la fuerza de Sanson.

No creo que al fin y al cabo eso sea positivo, porque además que los demás pueden sentirse inútiles o acomodarse, la que acaba perdiendo aceite y cansándose soy yo. Y cuando me canso me pongo triste, apática y enferma. No quiero que pase nada de eso, ni porque esa otra persona tiene que sufrirlo, ni porque yo quiero ponerme mal.

Algo que quizá pudiera echar al saco de las cosas malas es que al hacer algo por la relación puedo no ver eso y acabar diciéndole que no hace nada -así a botepronto o de forma elegante-. Lo que no quiero es llegar a ese punto, porque suele ser discursión segura. La paciencia tampoco es uno de sus puntos fuertes, debiera intentar aplicarla... o quizá no sea tanto la paciencia como la tranquilidad a la hora de entablar una conversación un poquito crucial, no tomárselo todo a pecho ni ir a la defensiva por miedo a que me lo tome mal, porque entonces a lo mejor puedo estar en modo comprensiva y la cosa no cuaja ni a la de tres. Ojo, que yo también peco de ponerme a la defensiva y de mal genio, siempre es el mismo maldito problema.

Cosas que me gustan de él y por las que lucharía sí o sí es, sin más, verle cada mañana. Cuando me despierto, a su lado, haga calor o frío... es especial darle un beso por las mañanas cuando casi no lo recuerda, como decía en Edinbra, darle tanto la lata que acababa despertándole y no le quedaba otra que levantarse a hacer cosas -uf, si fuera yo estás que me levantaba xD-. Es lo primero que se hace por el día, y ya creo que no podría vivir sin él.

Me encanta hablar con él, cuando se pone a contarme cosas de su capoeira de los amores, del rol, de lo que está preparando para nosequé. Me gusta el brillo en sus ojos cuando habla de lo que le interesa, porque se le nota feliz, interesado. Es como si un Copo nuevo surgiera, espléndido. Adoro escucharle porque aprendo mucho y me siento extremadamente feliz sabiendo que se abre, que me explica, me enseña lo que para él es importante. Por eso, supongo, quise aprender capoeira, porque sé que es uno de sus mayores vicios en la vida y me gustaría compartirlo con él.

Algo que decir malo de mí es, por ejemplo, eso. Creo que me paso de posesiva. No creo que le guste que cuente el tiempo que pasa conmigo y el que pasa con sus amigos, que quiera hacer las cosas que él hace, comer cuando él lo haga, reír con él y hacerlo todo como si fuéramos una piña inamovible. Intento cambiarlo, de verdad, pero me es tan difícil... Supongo que me agarro a él como si fuera la única luz de mi vida, y eso le debe hacer sentir muy agobiado. Bueno, eso de todos modos no me toca pensarlo a mí, sino a él. Será él quien crea que eso le molesta o no. De todos modos, que sepa que lo estoy intentando cambiar de todas las formas posibles. Por eso hoy -de verdad- no me molestaba que no viniera a Valencia y que, si le apetecía, saliera con sus amigos. Porque es su decisión y va a tener todo el tiempo del mundo para luego estar conmigo.

Mientras no se meta a ninguna 'amiguita' a la cama... =P.

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