miércoles, 17 de febrero de 2010

Una semana de catastróficas desdichas

No quiero ser agorera. Not at all. ¡Pero es que al final hay que ser realistas!

Todo empezó con un lunes, pero -por desgracia- no un lunes cualquiera. Era frío y despiadado, su distanciada existencia no pasaba desapercibida aunque así fuera su intención. Exactamente lo que pasó. De buena mañana, una pequeña cefalea, lo que no se denomina un sólo dolor de cabeza, sino algo más bien crónico, algo, digamos, migrañoso, empezó a crecer en el lado derecho de mi cabeza.

Me encanta el invierno, de verdad. Si tuviera un grupo en el Facebook juro que sería fan, pero soy incapaz de soportar los cambios de presión. Fue, en general, un día agotador de mantita y sopas de pollo, incapaz de moverme un palmo más.

El martes. El día más improductivo de la historia. Tenía muchísimos planes, una agenda muy apretada y al final todo, absolutamente todo se fue por tierra. Pensé que iba a ser un día con suerte, porque por fin tendría ordenador, pero el teclado estaba como desconfigurado, una locura. Fui a comprarme uno nuevo, de estos de USB, y vi un OFERTÓN. Fui andando, por supuesto, para gastar menos, y llegué tardísimo a la fiesta de Pancakes que con tanta ilusión había planeado Erin, la única cosa buena y bonita del día... ¿para qué? Pues para nada, porque el teclado tenía un puerto diferente que tienen los ordenadores de mesa, pero no los portátil.

Ah, pero lo mejor de todo es que para arreglar el teclado sólo habías que apretar un par de teclas. Las funciones mágicas del Acer :).

Y hoy, miércoles. Las cosas han ido subiendo en peligrosidad. De buena mañana ha habido un accidente justo delante de mis narices, mientras iba con Erin de camino a la UJI. Un coche a gran velocidad ha chocado contra otro y ahí, en medio, nos encontrábamos nosotras. En un paso de peatones.

¿A alguien le suena de algo el paso de peatones? Cambiemos coche por camión..

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