jueves, 5 de junio de 2008

Calecho en la tetería


- ¿Hoy no tardaremos mucho en irnos, verdad?
- No, vamos a cenar y volvemos, que mañana tengo examen pronto.

* * *

Eso iba a ser así, estaba segura de ello, pero el postre se alargó muchas horas. Al principio fue una conversación extraña de aerodinámica con Santiago, el argento-camarero, pero más adelante María se sentó junto a mí y de forma natural la conversación fue dispersándose. Ella y yo hablamos de sentimientos, del pasado, de la vida, de los hijos y de nosotras mientras que ellos ocupaban temas como el cine, las armas y... seguro que algo más. Ambos temas eran interesantes, pero yo necesitaba identificarme con el tema de mujeres.

Quiero momentos donde demostrar de nuevo el cariño que le tengo a mucha gente, no quiero seguir encerrada en mí misma, o insegura; echo de menos a mi madre, a mi querida madre. Ayer noche me di cuenta cuántas cosas he aprendido de ella, cuán unidas estamos y lo importante que es ella para mí: lo más importante.

Parece una tontería pero pensar que las cosas no volverán a ser como antes hace que se me forme un nudo en la garganta y me entren ganas de llorar. Quizá sea egoísta, porque ahora nuestras vidas han dado un cambio radical y sé que ella es más feliz que antes, pero a veces me apena no irme a la cama con ella como hacíamos, reñir por lo desordenada que soy o salir por ahí a cenar, hablar siempre de todo en cualquier lado, cantar Fito de camino a Villablino a grito y reír por cualquier tontería.

También quiero que vuelva mi Sis, pero esta vez para quedarse. Con miaus incluidos.

Ay, qué noche de palabras...

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