Eran sus suaves líneas, su cuerpo cálido y todo su pelo. Casi un peluche si no fuera que tenía corazón, y latía.
Llevo un tiempo intentando que me salgan algunas palabras más por esa pequeña personita que ayer se fue, pero es imposible. Era demasiado importante, demasiado inocente, demasiado... No se lo merecía.
Él estaba enfermo, muy enfermo, y yo lo sabía. Qué podía hacer. Si no hubiera firmado ese maldito papelote se lo habría llevado un viento, o eso me gustaría creer. Estaba tan malito... Recuerdo los últimos momentos, como mínimo tuve esa posibilidad. No pude quedarme a verle morir porque soy demasiado cobarde y me asusté. Estoy muy, muy asustada, y lo único que puedo hacer ante su pérdida es llorar.
Su imagen es demasiado viva, y creo que aún no lo he asimilado. Tengo la sensación de que al llegar a casa estará él en la puerta, y que por las noches cuando yo ya esté dormida él vendrá y se acurrucará entre el peluche y yo.
¿Verdad que vendrás, Neko?
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