Ese día me dolía un poco la cabeza, creo que era porque llevaba demasiado tiempo sin descansar de verdad y necesitaba un break. Preparé la música, toda una recopilación de los mejores adagios de Albinoni e hice la cama. Cuando me disponía a dar un pequeño salto —o por lo menos lo consideraba pequeño e inofensivo— me caí, me resbalé, me doblé la mitad del pie y caí sobre la otra mitad. ¿¡Pero a quién se le ocurre!?
Entonces cuando mi pequeño Defriki se enteró, la anécdota fue: 'me he caído y todo el mundo me llama Froggy porque voy dando saltitos a todos los lados'. Y él, muy solícito, me hizo este dibujazo:

Ains, pero qué haría sin ti aún en la distancia...
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