Sólo a dos dedos de vaciar el vaso. Iba a beber de un trago su contenido, pero la luz que incidía en él me retuvo. No había nada de especial, era simplemente una copa con un líquido transparente junto a unos folios a medio escribir y subrayados y la carátula del CD que estaba sonando en estos momentos. En ella había escrita una poesía. Leída en voz alta sonaba más o menos así:
Quisiera que mi voz fuera tan fuerte
Que a veces retumbaran las montañas
Y escucharais las mentes social-adormecidas
Las palabras de amor de mi garganta…
Escucharemos, retumbaremos. Pensaremos qué hay detrás de una acción tan simple como vaciar este cáliz de su néctar. ¿Morirá? ¿Desaparecerá la taza? ¿Seguirá impasible? ¿Llorará la pérdida?
¿Cómo puedo saber qué pasará después si ni siquiera soy capaz de predecir qué pasará con este recipiente? Predecir los fenómenos impredecibles, predicar el resultado y esperar que sea correcto. Es más difícil que jugar a la lotería.
Hipnotizada con la cuestión la mente se quedó en blanco. No había nada que pensar, nada que probar o aprobar.
Agarré el cacharro de cristal entre los dedos y me lo bebí de un solo trago.
Nada.
サラ.
1 comentario:
¿Pero es acaso la bebida es la esencia de este frasco?
No, el veneno solo es un contenido, una sustancia que se aguarda entre las paredes. La verdadera esencia del frasco reside en su existencia. Su utilidad, sus formas, su creación y tal vez al fin, su destrucción. El liquido, este sucedaneo de aventuras imposibles que alenta a ser tragado y luego olvidado por el latir de un suspiro contiene su propia esencia. Una capaz de apagar la luz del miedo y encender la luz del vacio, en lo más profundo del frasco que lo ha contenido.
Igualmente ante la Nada, solo hay Algo que se pueda.
k.
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