La venda tenía el tacto del terciopelo. Si hubiera cerrado los ojos sin más no habría podido sentirme tan segura en un ambiente más relajado.
- Para abrir tu regalo sólo has de esperar que cuente hasta tres y estiras de la cinta para acercar el paquete hacia ti.
- ¿Y si lo estiro antes?
- No encontrarás nada, cariño, porque aún no lo he atado.
- ¿Es eso o un truco para que no estire antes de tiempo?
- Bueno, piensa lo que quieras...
- ¡Va, cuenta!
Uno...
...dos...
...¡tres!
Busqué el agradable tacto y estiré. Una cajita cayó en mi regazo. Desaté la venda y abrí el envoltorio burdeos. Dentro había un pequeño corazón de peluche.
- Te amo, cariño. ¡Qué tres segundos tan largos me has hecho pasar!
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